La salud es un asunto complejo, no lineal: tiene múltiples dimensiones, inciden en ella múltiples factores y por ende puede tener múltiples abordajes.
Tuve oportunidad de participar hace algunos días en La conversación más grande del mundo, un evento de distintas rondas organizado por la ONU y que cuenta con el apoyo del Reino de Suecia y SOLE Colombia -Ambientes de Aprendizaje Auto-Organizados, por sus siglas en inglés- para responder a una pregunta fundamental: ¿cómo construir el futuro que queremos? Esa inquietud ha sido explorada desde diversos puntos de vista. La sesión en la que estuve giró en torno a otra pregunta subsidiaria: ¿cómo podría tu ciudad o pueblo comenzar a cuidar la salud de todo el planeta? Mi respuesta parte de plantear que el trabajo en la salud tiene dos direcciones. Generalmente se ha privilegiado de afuera hacia adentro, se ha institucionalizado, de manera que el poder es externo: en el gremio médico, en el sistema de salud, en las organizaciones nacionales e internacionales, que disponen de los cuerpos/mentes que somos de acuerdo con su visión e intereses particulares, con aciertos y errores. Necesitamos trabajar en la otra dirección: de adentro hacia afuera, aprender a hacernos cargo en forma consciente, mediante acciones concretas de autoconciencia y autocuidado:
Amarnos incondicionalmente a nosotros mismos, en lo que he venido insistiendo en columnas anteriores: el amor, más que una emoción, sentimiento o pensamiento -a lo que se le reduce comúnmente- es una fuerza. Si identificamos esa fuerza en nosotros vamos sanando.
Desarrollar una consciencia de completitud, reconocer que estamos completos y no somos medias naranjas ni nada parecido: al reconocernos íntegros también sanamos. Avanzar en nuestra autoconciencia corporal, en asumirnos como totalidades desde el primer territorio que somos, el cuerpo, inmersos en otras totalidades (familia, comunidad, país, planeta...). Usar nuestro derecho y nuestro deber de identificar nuestros procesos propios de salud-enfermedad para encontrar y aplicar las mejores alternativas posibles.
Nuestras prácticas saludables pasan por respiración consciente, nutrición adecuada, ejercicio físico, pertinente y oportuno trámite emocional, auto-observación de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, para que elevemos nuestra frecuencia energética. A menos estrés, menor riesgo de enfermarnos. Por supuesto, hemos de cuidar nuestras relaciones, empezando con el vínculo con nosotros mismos, mediante el establecimiento de límites sanos que nos permitan ocupar nuestro propio lugar y desde allí poder respetar el de los demás. Necesitamos recurrir a nuestra capacidad de autopoiesis, para re-crearnos cuántas veces sea necesario.
Si cada ser humano se encarga de todo lo anterior en su vida personal, además de las acciones externas que ya conocemos y son fundamentales, seguro que la salud del planeta aumenta. Al ser totalidades dentro de otras más grandes, cuando sana alguno vamos sanando todos.