Durante los años setenta, el Frente Sandinista era un emblema de la lucha por la libertad.
Al enfrentar a la dictadura somocista que se basaba en el nepotismo y la opresión, logró el apoyo de las democracias del área.
Pero hoy, es todo lo contrario.
Hoy, el Frente Sandinista se ha convertido, justamente, en aquello a lo que confrontó.
En cualquier caso, la degradación no es reciente.
Durante los 80, el Frente se consolidó en el poder gracias a la ayuda de la Familia Castro y la Cortina de Hierro.
Con semejantes maestros, no tardó mucho en detentar el poder.
Al caer el comunismo imperial, el Sandinismo no tuvo más remedio que someterse a elecciones que, por supuesto, perdió.
Entonces, durante aquellos años en el desierto, el comandante Ortega y sus socios de la izquierda postsoviética en América Latina se reinventaron.
Tal como acaba de hacerlo Petro en Colombia entre la primera y la segunda vuelta, el Frente maquilló su perfil con el único objetivo de volver al poder.
Pero más se demoró en lograrlo que en volver a sus andanzas.
Al igual que Chávez, Evo, Lula, Correa y Zelaya, ¿por qué no eternizarse en el solio presidencial?
Manos a la obra, Ortega se las arregló para designar a su mujer como vicepresidenta (vitalicia).
Luego, distribuyó privilegios entre los empresarios y los periodistas, purgó a las fuerzas militares, promovió el patrioterismo demandando a Colombia ante La Haya, cometió toda suerte de fraudes electorales, logró el padrinazgo de la Iglesia, y se asoció con los rusos para no ser fastidiado en el Consejo de Seguridad.
Pero hace pocas semanas se le fue la mano.
Para superar las protestas del ciudadano hastiado del castrochavismo, el comandante Ortega y su consorte ordenaron, estimularon, ampararon (o como quiera llamarse) la violencia oficialista, los crímenes a diestra y siniestra.
Embriagado con tanta sangre en Masaya, Boaco, Jinotega y los barrios de Managua, el régimen ha corrido a la embajada de los EEUU a plantearle a Trump que se compromete a adelantar las elecciones presidenciales.
Pero, con esta fórmula tipo Nicolás Maduro, ¿se le puede creer al comandante?
Está claro que si adelanta las elecciones, el fraude seguirá siendo la constante y lo único que se producirá es la legitimización del terror.
Al fin y al cabo, los nicaragüenses no quieren más sandinismo puro. Quieren la renuncia.