Ocho años después de haber triunfado holgadamente en las elecciones, el presidente Santos se apresta a dejar el poder en el ostracismo.
¿Cómo se puede explicar semejante dilapidación y una debacle como esa, sin precedentes en la historia patria?
Primero, aquel triunfo de Santos solo puede entenderse en función del presidente Uribe.
Sin la unción, apoyo y promoción de Uribe, Santos jamás habría pasado de ser un burócrata destacado, coleccionista de diversos cargos públicos.
Por ende, cuando él empieza a desdibujar ese legado, comienza también su ruina y desmoronamiento político.
Segundo, al tiempo que reniega de su mentor, Santos pone todo su capital en manos de una organización guerrillera, mafiosa y sangrienta.
Inicia una negociación en territorio cubano a la que, mediante un sofisticado aparato de manipulación mediática, presenta como sinónimo de pacificación nacional y de refundación del Estado.
Aunque esa distorsión de la realidad le sirve para resultar reelegido -a duras penas-, la población fue constatando por su propia cuenta que algo muy obscuro se estaba tejiendo en La Habana y, progresivamente, va retirándole al Jefe del Estado, cada vez más opulento y autocomplaciente, el poco apoyo que le había concedido.
Tercero, en vez de respetar a los opositores genuinamente democráticos, liderados por Uribe, él decide bautizarlos -con el apoyo de obsecuentes periodistas y prelados- como “enemigos de la paz” y, en cambio, premiar a los violentos con privilegios a granel.
Cuarto, posando de ecuánime y sensato, convoca a un plebiscito para refrendar los negociados con las Farc, pero lo pierde, y en vez de retractarse y acabar con la aventura, la reafirma, redobla sus compromisos con la subversión, suscribe los acuerdos y comienza una implementación a la que solo podía esperarle el caos y el fracaso.
Y quinto, cuando trató de encontrar entre su séquito a un sucesor, solo se encontró con reproductores de su propia conducta que -traicionando al mentor- se dieron a la tarea de hacer campaña presidencial denigrando de todo aquello que ayudaron a labrar.
Por supuesto, el grado de favorabilidad con que se retira es el más vergonzoso del hemisferio, las posibilidades de crear una nueva fuerza política como el Centro Democrático de Uribe son nulas, y lo único que le resta es dedicarse a ofrecer conferencias o montar una fundación que le permita explicar cómo fue que obtuvo el Premio que le dieron los noruegos.
En definitiva, Santos pasará a la historia como protagonista de un proyecto fallido que sometió a Colombia a una década perdida porque denigró de los demócratas que lo engendraron ; burló al ciudadano, ignorando su voluntad, y se entregó deliberadamente a los criminales y a las peores dictaduras que ha conocido la historia de Latinoamérica y el Caribe.