Lo que hasta ahora muchos querían conocer quedó al descubierto. Tuvieron que abrir el cerrojo.
Un escándalo injustificado estalló en el alto gobierno que, por el contrario, debería sentirse ufano y gozoso porque hasta el momento no se ha encontrado irregularidad alguna en el contrato, que se firmó con Pfizer y AstraZeneca para el suministro de dos de las vacunas contra el covid que ha comprado Colombia.
Nadie entendía cómo se firmaba un enorme contrato con una cláusula de confidencialidad. Es decir: secreto y reservado. Se llegó a pensar en lo peor. El director del Instituto Anticorrupción, Camilo Enciso, pidió en todos los tonos que se conociera el documento, pero fue en vano su clamor, hasta que el Consejo de Estado lo divulgó.
Nadie se explica la razón para que, del Presidente Duque para abajo, se salieran de casillas y manifestaran su cólera, furia e irritación. Hasta ahora no se ha descubierto nada anormal. Solo que una vacuna vale 20 dólares, mientras la otra 10.
Todo lo que tenga que ver con dineros públicos no se puede mantener en secreto ni escondido bajo cláusulas de confidencialidad. Olería mal, en un país como el nuestro, ubicado en los primeros lugares del mundo en corrupción.
Cuando se declaró la pandemia y cuando aparecieron las primeras vacunas, urgía acudir a las farmacéuticas a comprarlas. Llegamos un poco tarde, como lo advirtió el entonces Procurador, pero conseguimos las chinas.
Se ha dicho que las dos farmacéuticas habían entrado en cólera y que la divulgación del “confidencial” contrato ponía en riesgo el plan de vacunación. Duque expresó su preocupación y dijo habría investigación y acciones legales.
Ni él, ni sus asesores, ojearon la Constitución y las normas existentes para garantizar el adecuado uso de los dineros públicos. Hubo tiempo suficiente para pedirle al Congreso autorización para firmar esas cosas confidenciales, secretas y reservadas.
Fue entonces cuando actuó el Instituto Anticorrupción, para revisar lo acontecido y hacer claridad.
El Consejo de Estado actuó dentro de la ley, porque mucha gente, organismos y entidades querían conocer las “cláusulas de confidencialidad”, que habían pasado por alto los órganos de control del Estado.
No podemos ser más “papistas que el Papa”. Otros países compraron, igual que Colombia vacunas, con confidencialidades o sin ellas. Eran urgentes, no podían esperar que más compatriotas murieran.
Aún nos falta mucha gente por recibir el fármaco contra el covid. Apenas vamos en un poco más de 13 millones de vacunados, cuando necesitamos 40 millones para alcanzar la inmunidad de rebaño. La cólera y la furia por algo que era lógico y que se necesitaba aclarar, no nos inmuniza.
Con tranquilidad y rectitud se deben manejar los dineros públicos. Las confidencias, no pueden burlar las normas.
BLANCO: Espero la pronta recuperación de mi gran amigo Javier Ayala. Mis oraciones y las de nuestros comunes amigos lo acompañan. Abrazos, querido Javier.
NEGRO: Min TIC está en apuros. Hay en juego 100.000 millones de pesos. ¿Habrá cambio de Ministra?