Algunas cosas van quedando claras de la invasión de Rusia a Ucrania empezando porque, como todas las guerras, ésta no dejará ganadores evidentes. Sin embargo, en el mediano plazo se verá que la democracia ucraniana - y sus apoyos internacionales- impidió que saliera triunfante la “razón de la fuerza” de la autocracia rusa, lo cual gravitará en favor de las democracias liberales.
Pero el logro no provendrá de la democracia como tal, sino de haber mantenido un gobierno y una ciudadanía revitalizados moralmente por la justicia de su causa en contraste con la injusticia de la de Rusia, cuyo gobernante pretendió el retorno de la historia y del poder como categorías políticas justificantes de la agresión. Es que como escribió la filósofa política Ana Marta González: “la fortaleza moral de las democracias no se manifiesta en bravuconadas ni en agresividad sino en capacidad de sacrificio para defender derechos y libertades, así como en la disposición de descubrir puntos comunes con aquellos de quienes nos separan intereses opuestos”.
Otro asunto que está quedando claro es la revaloración del Estado Nacional como institución político-jurídica imprescindible tanto para albergar la democracia liberal como para salvaguardar la convivencia y no solo la coexistencia de pueblos y naciones. Es así como no solo los EE.UU. están readecuando sus lazos económicos y alianzas con los estados de la Unión Europea y parte de Asia, sino que también la amistad Rusia-China se mantiene firme y en su visión de un nuevo orden mundial confirman que están gestando un eje geopolítico de amplio espectro e influencia.
Ante la resistencia ucraniana y la unidad de las democracias occidentales, que le impusieron sanciones sin precedentes, Rusia se apoya en la potencia china para escapar del aislamiento económico total. Y, de allí, que precisamente Pekín haya ejercido una mediación tan discreta como conveniente, ya que ha rechazado condenar la “invasión” pero ha insistido en la defensa de la soberanía e integridad territorial.
Y llegando a este punto del ajedrez conviene que nuestro gobierno caiga en la cuenta de que es equivocado considerarse un jugador de peso, una especie de alfil en el nuevo ajedrez mundial por la vecindad geográfica con Venezuela, peón de Rusia, cuando el Brasil de Bolsonaro que también comparte frontera con Venezuela se declaró neutral. Es decir, no se consideró alfil, pese a que por razones geopolíticas y económicas lo hubiera podido hacer. Es más, nuestro gobierno está en mora de entender que en diplomacia muchas veces “el silencio es más elocuente que la palabra” y más cuando ésta tiene complejo de relevancia. Además, conviene que el ministro de Defensa recuerde que “lo cortés no quita lo valiente”.
Lo cierto es que, ante la revaloración de los Estados Nacionales, debemos propender por relegitimar los ministerios de Relaciones Exteriores y Defensa, ayudándole al próximo presidente a designar en esas carteras personas con criterio y visión de estado. Y un primer paso sería establecer que los designados fueran entrevistados en profundidad por la Comisión Segunda del Senado, cuya aprobación sería obligatoria para que puedan posesionarse.