Está por terminar un año que ha sido complicado para los colombianos, especialmente en asuntos de orden público. Marchas en todas partes para protestar por todo y no ha sido solo en nuestras vías y ciudades sino también en Europa, Estados Unidos y América Latina. Es como si nadie quisiera dialogar sino imponerse por las vías de hecho. Esto desde luego ha ido en detrimento del bienestar individual y colectivo en nuestras sociedades. Son tiempos huracanados.
Sin embargo nuestro país ha sido afortunado en la medida que ha subido a la presidencia del país un joven político muy centrado y sereno que, a diferencia de sus antecesores, no parece tener doble agenda ni la sangre caliente. Iván Duque Márquez se ha distinguido desde siempre, en su vida privada y pública, por ser una persona muy reflexiva y ponderada y no se deja sacar de sus casillas con facilidad. Es alguien que enfrenta los problemas con ánimo desprevenido y sin prejuicios.
Aunque podría afirmarse que no cuenta con cauda propia, ha gozado siempre del respaldo de su mentor, el expresidente Uribe, quien a pesar de su intransigencia, está decidido a brindarle en el Congreso todo el soporte que sus programas gubernamentales necesitan. Desde luego esto no será fácil porque el Centro Democrático sabe más de oposición que de gobierno y aún no ha aprendido que se necesita especial disciplina para manejar la nave del Estado.
Gobernar reclama un tipo de lealtades muy especiales y los tiempos que corren son proclives a lucirse con la galería y no responsabilizarse de las urgencias de la hora. Por esto hay quienes afirman que los uribistas no se comportan como un verdadero partido de gobierno, sino como una montonera de ingreses diversos. El país espera que Uribe "aconducte a la guachafita" y le permita al presidente Duque cumplir con sus buenas intenciones.
Todo esto, desde luego, complica el panorama y no lo facilita tampoco que nuestros partidos políticos, en especial los de la coalición de gobierno, no terminan de convencerse de la necesidad de acompañar los programas bandera del Ejecutivo. El mismo gabinete ministerial no se ha mostrado diestro y diligente en mantener buenas relaciones con las cámaras legislativas y es así como la reforma política ha sufrido un estruendoso fracaso y la reforma financiera ha encontrado dificultades en lograr su final aprobación.
Gobernar en medio de protestas y sin el acompañamiento de reconocidos líderes, ha dificultado la gestión presidencial. Pero hay que reconocer que Duque se he venido preocupando significativamente por conocer y solucionar muchos de por problemas regionales y sus constantes desplazamientos a lo largo y ancho del país dan buena cuenta de estos propósitos. Podría entonces afirmarse que ha gobernado más para las provincias que para el exterior.
En este ámbito las cosas no han pintado como habría de esperarse. Las relaciones con los Estados Unidos, que son muy importantes, no pintan fáciles por el temperamento y la manera de comportarse el presidente Donald Trump. El narcotráfico es nuestro talón de Aquiles. Que los cultivos malditos se hayan más que triplicado en los últimos años deja muy mal parados los esfuerzos colombianos a favor de la erradicación. Y en el asunto de neutras relaciones con Venezuela, las cosas no pintan mejor.