El gobierno está como mico en pesebre. Jamás imaginé que el cambio se relacionará con tratamiento favorable para los delincuentes, legalización de utilidades producto del crimen y situar en condiciones de inferioridad a los ciudadanos honestos.
Cada día surge extraña creatividad para reformas tributaria, pensional, laboral, agraria, de la justicia, de la salud, de clausura del modelo energético de gas, petróleo y carbón con olvido de que durante más de cien años nuestra civilización coincide con este.
Las propuestas son contradictorias, difícil su análisis, algunas en borrador causan estrés, relacionadas con impuestos y alza progresiva de la gasolina ocasionan protestas, difícil justificarlas con el argumento de que su adopción hila con el anhelo de paz.
También la clase política, no solo el ejecutivo, se mueve como mico en pesebre. Nos hallamos frente a un torcido concepto de usos y costumbres, insensato permitir el ingreso de mascotas, - perros, gatos y hasta un caballo- al Capitolio, incomprensible el anuncio del presidente del Senado respecto de la guardería para esos animales, el episodio disminuye la dignidad del Congreso.
Entiendo que el Pacto Histórico se concibió con el objetivo de laborar hacia la conquista de una sociedad justa e igualitaria, meta inalcanzable si la estructura social se derrumba. No conozco personalmente al presidente de la República, tiene credencial válida, discrepo del afán de transitar por un callejón sin salida, ojalá que se enderecen las cargas, una persona con experiencia en el trato humano mal puede creer que los deshonestos contribuirán a la solución de los problemas comunitarios, a ellos le interesa presionar al Estado, lograr que ser pillo paga.
Los buenos gobiernos se conocen por lo que hacen, el del Pacto Histórico se inicia, en la vida pasan cosas malas a nivel individual y colectivo, corresponde enfocarnos en la solución de los problemas no en agrandarlos. En materia de impuestos si el remedio es peor que la enfermedad lo conducente es no tomarlo, más acertado controlar la inflación y la evasión, la austeridad en el gasto público se aplica, no basta con prometerla. Los tributos, algunos inconstitucionales, disminuirán la productividad y la inversión; de repente el déficit fiscal y la pobreza aumentarán con la aprobación de la reforma fiscal. Erróneo discutirla a retazos con diversos sectores económicos, a sabiendas de que los ingresos previstos se recibirán solo a mediano plazo. Falta ver si es suficiente el recaudo para cubrir faltantes del Estado y el abono parcial de la abultada deuda externa.
Urge que los funcionarios midan el impacto de sus palabras, administren bien, tocar al mismo tiempo todos los temas carece de sindéresis. No solo el gobierno y los dirigentes se encuentran como mico en pesebre sino los millones de seres humanos que habitamos el país, deseosos del cambio. El acierto depende en primer término de la configuración de las leyes y actos administrativos próximos a conocerse en su integridad, de aplicarlos correctamente en beneficio colectivo, requerimos de la brújula pendientes del proceso.