La muerte del profesor Moncayo me produjo una profunda tristeza en el alma. Experimenté el dolor inútil, el que no redime. El que lacera aún más una realidad degradante que no deja cerrar heridas, aunque pareciera que a casi nadie le importe el tema. La instrumentalización impúdica que se hizo de las víctimas de las Farc, para que su cúpula llegara al poder y desde allí nos imparta hoy lecciones de moral.
Al hombre rebelde, encadenado e impetuoso que exigió al gobierno la liberación de su hijo, el soldado Pablo Emilio Moncayo, quien permaneció durante más de 12 años secuestrado, lo visualicé agónico mientras su familia suplicaba a las exFarc una reparación económica para poder pagar el tratamiento del cáncer que padecía. "Las Farc tienen la capacidad y la posibilidad de hacerlo y lo estamos exigiendo porque necesitamos un trasplante para mi padre que está en peligro de muerte", suplicó hace pocos días su hija Yury Tatiana. ¿Puede haber mayor ignominia? ¿Mayor humillación? ¿Un cuadro más desolador e indigno? ¿Tuvo el profesor Moncayo la restitución de sus derechos a la verdad, a la justicia y a la reparación?
Recorrió más de 1000 kilómetros, a pie, entre Sandoná y Bogotá. Desafió al gobierno de aquella época, exigiendo lo entonces políticamente incorrecto: el acuerdo humanitario. Se lo veía más cercano a los sectores amigos de las Farc, quienes de manera "magistral" acercaron a las víctimas de este grupo armado, las empoderaron-–incluso educaron a algunas- para usarlas contra el gobierno. Paradójicamente fueron ellos, los amigos de las Farc, quienes acogieron a las víctimas, mientras el gobierno era errático. Más por temor, por no saber el cómo, que por convicción. Me pregunto hoy, ¿estuvieron esos políticos "protectores" en el lecho de muerte de Moncayo? Seguramente estarán ocupados contactando a las víctimas del narcotráfico para convencerlas de legitimar "la Paz total" con la renuncia anticipada de sus derechos.
¿No bastaron los pasos simbólicos que recorrió el profesor Moncayo para que recibiera la reparación económica que lo pudiera rescatar de la muerte? No bastaron las llagas en sus pies, ni su marcha decidida... ni sus declaraciones contra el gobierno, para que las Farc lo reparara. Se llevó a la eternidad el logro de la preciada libertad de su hijo y perdió su lucha contra el cáncer, esperando "misericordia" por parte de las exFarc. Es inevitable preguntarse a ¿A dónde nos conducirán nuestras marchas?
No olvidaré nunca cuando realizamos, con el senador Juan Fernando Cristo, el primer día de solidaridad del Senado con las víctimas, el 24 de Julio de 2007. Fueron nueve horas ininterrumpidas, 48 víctimas de todos los actores. Hacía un año el Congreso había recibido, con honores, a los cabecillas del Paramilitarismo. Lo ocurrido en esa jornada dio origen al día de las víctimas, que se conmemora cada año en Colombia
Recuerdo que hubo un hombre que no se movió ni por un minuto de su curul, escuchando a las víctimas, el senador Gustavo Petro. Quise preguntarle que estaba pensando y no me atreví.
Hoy sí le pregunto: ¿permitirá usted la instrumentalización ignominiosa de las víctimas, ahora del narcotráfico, para legitimar la paz total? O, tal vez ya no sea necesario, porque según los conocedores se lavará algo más que los recursos provenientes del narcotráfico, se lavará, otra vez con la propaganda, la sangre seca que sigue tiñendo la historia de las víctimas en Colombia.