Ninguno puede pedir a los anarquistas, delincuentes y terroristas que lo tengan, no obstante es oportuno manifestar que existe falta de lógica para encuadernar al país a los protestatarios y analistas en medio de la pandemia y de la protesta social.
Al error de la presentación en el peor momento del proyecto de reforma fiscal, -florero de Llorente para muerte, barricadas, destrucción y zozobra- como si lo sucedido en las últimas semanas fuese poco ahora resulta complejo asimilar el alud de proyectos, leyes, actos administrativos, que en nada contribuyen a encauzar lo atinente a la recuperación económica, la creación de empresas, el fortalecimiento del empleo, el ordenamiento institucional.
La casi aprobada ley de reducción de la jornada laboral, iniciativa del Centro Democrático que ignora la opinión de gremios y empresarios, golpearía especialmente a las medianas empresas que subsisten sin aumento de la productividad. Disminuir de cuarenta y ocho a cuarenta y cinco horas semanales de trabajo implica trasladar valor grande a los consumidores para pago de horas extras y merma del empleo, no alivia a las familias de menores recursos e ingresos. La discusión de la propuesta en el Congreso con débiles argumentos de corte populista ha mostrado la falta de sentido común al legislar. Por cierto, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en reciente estudio señala que entre el veinticinco y el cincuenta por ciento de los trabajadores domésticos y de pequeñas empresas en América Latina han perdido sus puestos en los últimos meses.
En cuanto a la extensión de la licencia de paternidad para cerca de seiscientos mil progenitores, de manera progresiva a ocho semanas y que seis de ellas sean compartidas dentro de las diez y ocho de maternidad, de aplicarse traería efectos negativos sobre la tasa de desocupación que continúa en aumento, gastos billonarios aún no cuantificados en cotizaciones y carga fiscal, además una decisión de esta naturaleza no fortalece la familia ni mejora la condición de los niños.
Respecto de la reforma parcial de la administración de justicia, lo de fondo falta, sobra en cambio el mico de disminuir requisitos para ser magistrado, fiscal, procurador o registrador, prevalece el espíritu clientelista que nos empuja por el desbarrancadero.
Crear el gobierno doscientas cuarenta mesas de diálogo para discutir el abultado pliego de peticiones del comité de paro y propiciar debates sobre lo divino y lo humano conlleva el fracaso de las conversaciones. Es pertinente en este punto recordar a los sindicalistas que sin empresas tampoco hay sindicatos.
Ojalá retomemos el camino del sentido común y no prosigamos con el estribillo de cuando pitos flautas y cuando flautas pitos. Se puede tener por compañera a la fantasía, corear consideraciones personales o de grupo, pero siempre tener en cuenta que es indispensable contar con la razón, preocupa el cúmulo de acontecimientos negativos consecuencia de la insensatez que nos apabulla, conturba la errática posición de jefes políticos interesados en confundir y conseguir aplausos a deshora de esquivos electores.