¡Nunca estamos solos! Esta verdad, que todos podemos evidenciar, se nos puede perder de vista. La conexión siempre está, solo nos basta recordarla y activar nuestra pertenencia al Todo.
Podemos experimentar una sensación de soledad incluso rodeados de gente. Si bien hay personas a quienes la soledad les encanta, pues su configuración del ego les lleva a resguardarse en su intimidad, como también que hay algunos momentos en los cuales queremos aislarnos de todos y de todo, estar solos nos puede confrontar con nosotros mismos y plantearnos un gran vacío. Lo cierto es que los procesos inicial y final de la vida -el nacimiento y la muerte- los vivimos en última instancia solamente con nosotros mismos. En soledad podemos experimentar todas las emociones. Es una gran oportunidad para conocernos más profundamente, para tomar nota de cómo es esa relación con nosotros mismos, la única relación que tenemos de por vida.
Por más que estemos temporalmente aislados y que la sensación de soledad no sea agradable, tenemos en nosotros a todos nuestros ancestros. Las Configuraciones Sistémicas nos permiten comprender que esas herencias que llevamos no solo son cargas terribles del pasado, sino tesoros que podemos cultivar aquí y ahora. En nuestro cuerpo, nuestra genética, siempre están presentes los linajes materno y paterno. En esos momentos de soledad podemos echar mano de esa consciencia de pertenecer a una familia, de evocar esas memorias para conectarnos con ese todo que nos interpela en este mismo momento. No estamos solos.
La inmersión en la naturaleza también nos permite reconocer a los demás seres vivos como compañeros en la creación. Es por ello que las relaciones con los animales que elegimos cuidar e incluir en nuestras familias son una maravillosa posibilidad para restablecer nuestra consciencia de conexión con todo. Lo mismo nos ocurre con las plantas, ya sea que las tengamos en macetas o bellos jardines. Si ampliamos nuestra mirada nos encontraremos también con las aves que anidan en los árboles, con las selvas y las aguas que acogen a millones de especies… No estamos solos.
Desde nuestras apuestas espirituales también podemos ampliar la consciencia de conexión con el todo. Creo que en nuestro ADN está codificado el nombre sagrado de Dios, el Ha Shem. Podemos invocar a las huestes celestiales para que vengan a nuestro auxilio y a seres de luz para que nos iluminen el camino. Y podemos reconocer la conexión con nuestro ser superior, el doble cuántico o el maestro interno, sin duda conectado con el todo. La soledad nos puede servir para reconocer que hacemos parte de todos inmersos en un Todo mayor. Al cerrar nuestros ojos e inhalar profundamente podemos reactivar nuestra conexión esencial. ¡No estamos solos!
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