Sucedió el día del Sagrado Corazón | El Nuevo Siglo
Domingo, 2 de Julio de 2017

El pasado viernes 23 de junio se celebró litúrgicamente la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, la cual ha sellado muy profundamente la identidad colombiana. Ese día, no otro, se anunció que las Farc entregaban todas sus armas. Pocos días después se oficializó el tema en un encuentro entre el Presidente Santos y el jefe de la fuerza insurgente. Hace más de cien años, el país, envuelto en la guerra de los mil días, había hecho un voto nacional al Sagrado Corazón de Jesús para implorar el don de la paz y como testimonio de ello se erigió la Basílica del Voto Nacional (al Sagrado Corazón). Finalmente, la paz se hizo presente. ¿Todo son puras coincidencias o leyes matemáticas de probabilidades, como lo postula recientemente el doctor Wasserman? Cosa muy distinta sentimos desde la fe.

En la Iglesia siempre se ha pensado que la paz es un don de Dios, más que una pura construcción humana, que también lo es. Y por eso la primera tarea que se le pide al creyente frente al anhelo de concordia y sosiego es orar. Algunos podrán ver esto como una distracción innecesaria, pero no es así. Es inútil desconocer la fragilidad humana para construir modos de vida que sean para siempre estables, justos y duraderos. Y por eso, nada más sabio y pertinente que implorar del Creador su acción suave y misericordiosa para que los hombres vivamos en paz. Pero también, siguiendo la enseñanza del Evangelio, reconocemos que todos los que trabajan por la paz, son hijos de Dios. Algunos lo saben y otros no, pero todos se convierten en obreros de la obra divina que quiere restaurar el paraíso perdido a causa del pecado que nos enemistó a todos. No debe faltar gallardía para reconocer a quienes en verdad han logrado que el día del Sagrado Corazón, miles de armas y combatientes, hayan cambiado de estatus abriendo una luz de esperanza para la patria.

Lo que está sucediendo no debería pasar tan inadvertidamente. En la mayoría de las naciones, cuando se llega a un puerto de concordia, suele detenerse la vida por un instante y con frecuencia se declara una nueva fiesta nacional. En Colombia debería suceder esto para grabar en los corazones de todos, la importancia de vivir en paz y lo abominable que es la guerra. Muy pocos son los colombianos que no han sentido los efectos del viejo conflicto y seguramente todos, salvo unos obstinados, querrían gozar de los bienes que trae la paz. Por lo pronto, nobleza enseña agradecer a los gestores de paz y fe indica que todo sea para gloria de Dios. Y eso de confiar en el Sagrado Corazón, demostrado está, es lo mejor que le puede suceder a una persona y a una nación.