Tres oportunidades y estas fuera (Three strikes and you`re out) es una política judicial muy famosa en EEUU. Es más, hay quienes afirman que no se puede hablar del principio de proporcionalidad en el derecho estadounidense sin mencionar esta doctrina.
Para quienes no la referencian, se trata de un aumento significativo en la pena para quienes hayan sido condenados por un delito grave y tengan a su vez dos o más condenas previas de la misma gravedad.
En la tercera ocasión que el delincuente se encuentra enfrentando a la justicia, por delitos como los mencionados, recibirá una sentencia de 20 años o más y solo podrá pagar la fianza después de haber cumplido la pena mínima establecida.
Por supuesto, ni esta política o ninguna otra por sí sola es una solución integral.
Sin embargo, dado el problema de reincidencia que sufre Bogotá, creo que es una opción pertinente que puede contribuir a ese plan de mediano y largo plazo que necesita la ciudad para recuperar la seguridad.
Sobre todo, porque dicha doctrina combinada con un aumento tangible del pie de fuerza, un robustecimiento de la capacidad judicial de la ciudad (jueces, fiscales y URI) y una expansión de los cupos carcelarios se podría lograr, ¡por fin!, lo que el economista Gary Becker comprobó en su artículo de Crimen y Castigo: una aproximación económica.
Resumen corto del artículo: Becker comprueba que el criminal realiza un análisis de costo/beneficio antes de cometer su fechoría. El delincuente al observar la incapacidad de la policía para atraparlo, la baja por no decir nula posibilidad de que la justicia lo condene y, además, le suma la inofensividad del ciudadano y entiende que, las probabilidades de éxito no solo están a su favor, sino que existen incentivos para mantener su lucrativa actividad.
De lograrse la combinación mencionada en el párrafo cuarto, la doctrina de las tres oportunidades junto con las otras medidas, permitiría generar un elemento efectivo de disuasión al criminal. Ya que las probabilidades empeorarían, pero en especial, existirían duras y palpables consecuencias.
Creo que la mano dura es necesaria cuando esta no existe más que en el papel y vivimos en una sociedad en donde la Ley, la justicia y las autoridades, lamentablemente, son hazmerreíres.
No obstante, en paralelo, mientras se estabiliza la crisis que azota la ciudad y, porque no al país, se debe avanzar en políticas de verdadera resocialización y enfocarse en generar más y mejor desarrollo económico.
Aunque creo firmemente que quienes aseguran que la pobreza y las dificultades son igual a criminalidad se adentran en una vil y grotesca generalización debemos, de todas formas, aprovechar el mejoramiento de la seguridad para acabar con la pobreza.
Recordemos: Sin seguridad no hay desarrollo y sin justicia jamás habrá seguridad. En la próxima columna hablaré del grave problema de articulación entre policía y ciudadanía que vive la capital.