“Cantidad de personas que viven muy pobremente es inmensa”
Se dispone la Arquidiócesis de Bogotá a abrir un comedor en la parroquia del barrio San Victorino, en el centro de la ciudad, para atender a las personas que llegan allí en busca de alimento gratuito, ante la imposibilidad de obtenerlos por sus propios medios. Y también, la misma Arquidiócesis está trabajando en la adaptación de las instalaciones de la parroquia del barrio San Bernardo, en el lugar más difícil de Bogotá en todo sentido, para dar acogida a los inmigrantes más pobres que llegan desde Venezuela. Dos acciones concretas para sumar en el esfuerzo que corresponde a toda la sociedad para abrir nuevos horizontes a quienes la fortuna no les ha sonreído mucho.
También hemos escuchado en estos días que se celebrará de nuevo el famoso Banquete del Millón, del Minuto de Dios, la obra de los Padres Eudistas, destinado este año para ayudar a la reconstrucción de Mocoa. Otra acción que suma en la lucha contra la pobreza injusta. Y seguramente que esta lista de los que suman en esta tarea es interminable y, en cada caso, muy meritoria, y casi siempre, silenciosa. Y no se puede bajar la guardia pues todavía la cantidad de personas que viven muy pobremente es inmensa en nuestro país. A esta situación nadie debe acostumbrarse porque así no lograremos encontrar el ambiente tranquilo y pacífico que todos anhelamos para Colombia.
Pero volvamos a la idea inicial: cómo sumar entre todos acciones que en verdad vayan transformando el estado actual de la cosas. Quien tiene mucho para variar este panorama que lo haga en grande y quien tiene menos, que haga lo que esté a su alcance. Alimentación, vivienda, educación y trabajo son tenidos hoy en día como los pilares de lo que puede en verdad cambiar la vida de quienes han estado esclavizados por la pobreza y las carencias de lo básico. A esto, además, debe dársele el carácter de la continuidad para que se produzcan resultados tangibles y duraderos. De alguna manera, para los colombianos, participar en este propósito de promover a quienes están por debajo de lo humanamente soportable a causa de la pobreza, debería tener carácter obligatorio.
Sería ceguera no darse cuenta de cómo Jesús, hijo de Dios, dedicó buena parte de sus acciones a atender a los pobres. Es más: tuvo que luchar duramente para que no se apoderaran de Él quienes habitualmente poco y nada hacen por ellos. Dice el Evangelio que querían hacerlo rey, es decir, encerrarlo en un mundo de fantasía, para desentenderlo de las masas. En realidad el método de Jesús fue el contacto permanente con los desposeídos para saber de ellos, de sus aspiraciones, de sus ilusiones y a muchos alivió con respuestas y acciones muy concretas. Quienes hacemos parte de la Iglesia sabemos que este tema no es marginal y que es con respuestas generosas que vidas con nombre propio pueden cambiar para bien. En el centro de Bogotá, prontamente, gentes que no tenían qué comer ni dónde dormir, verán, por acciones concretas, aliviada su situación. Seguramente brotará la esperanza.