Colombia presenciará mañana la ceremonia de posesión de su nuevo Jefe de Estado sin que se perciba en el ambiente la contagiosa esperanza que siempre han suscitado estos acontecimientos. Parece como si la historia se hubiera convertido en un estanque con aguas turbias dejando de fluir como un río. ¿Porqué? La principal tarea pendiente del país de sanar las heridas que dejó el conflicto armado con las Farc, ahondadas por hechos ocurridos en los últimos diez y seis años -varios de ellos derivados de la dañina confrontación Uribe-Santos- se percibe atascada.
Es que hoy día la polarización política no se refiere primordialmente al acuerdo con la Farc o a alguna de las banderas de la campaña electoral, sino que la crispación se concentra alrededor de la figura de Uribe. Por esto la llamada a indagatoria que le hizo la sala penal de la Corte revitalizó la polarización, y seguirá agravándola en la misma medida de la espectacularidad de las nuevas decisiones de los protagonistas encabezados por Uribe quien, hay que decirlo, una vez más no ha actuado con la altura y dignidad que le corresponden a un expresidente y senador con la más alta votación en la historia.
Pretender -al unísono con sus abogados y seguidores- deslegitimar el poder judicial desprestigiando al magistrado José Luis Barceló, insinuando que forma parte de una conspiración urdida por Santos y la izquierda para llevarlo a la cárcel, pueda que cale en algunos sectores de la opinión obnubilados. Pero no deja de ser una torpeza que además denota mayúscula irresponsabilidad hacia la institucionalidad jurídica del estado. Acaso ¿no recuerdan que fue el mismo Barceló el presidente de la sala penal quien votó contribuyendo a la mayoría en favor de la absolución del coronel Alfonso Plazas Vega en el recurso de casación, pese a que en las dos primeras instancias había sido condenado?
Pero quizás lo que más gravita en el ambiente de tenue esperanza en vísperas de la posesión del nuevo Jefe de Estado es que, hasta ahora, no se vislumbra que el Presidente Duque tenga las condiciones para actuar como bálsamo sanador de heridas y, por ende, despolarizante, para pasar la página y mirar al futuro. Y esto no tanto por lo que se percibe de su talante, sino por la sombra de Uribe, el pilar del gobierno que comienza.
En efecto, el nuevo presidente ha formulado llamados a la unidad entre los colombianos que hicieron pensar que podría conducir una transición hacia espacios de consensos políticos en grande. Pero esos llamados no han tenido mayor eco pues la iniciativa política se mantiene en manos de Uribe. Ojalá el relativo silencio de los últimos días del presidente Duque tenga un propósito estratégico y esté pensando en tomar la iniciativa a partir de mañana cuando asuma el mando consciente de que un gobierno se debe fundamentalmente a la nación, más allá de los expresidentes y partidos que lo respaldan, encabezados por el suyo.