El pasado lunes amanecimos con la idea proveniente de una serie de reflexiones inteligentes del Ejecutivo, sobre mutar hacía un “confinamiento inteligente”, lo que nos llevó a pensar que se podría levantar la medida del “aislamiento preventivo obligatorio”, pero en forma inteligente y controlada con el propósito loable de cuidarnos de virus, combatirlo sin duda, pero con cierta apertura para poder prevenir la otra pandemia que se avecina que es la de la hambruna por tener la economía en “modo avión”. Durante el día salieron voces altisonantes, incluso la de varios Alcaldes mayores, entre ellos la de Bogotá señalando que “lo único inteligente sería quedarnos en la casa”; también el de Cartagena dijo que su ciudad continuaría en aislamiento obligatorio, acompañado por el de Medellín.
La realidad es que nos acostamos el mismo lunes con la prórroga del “confinamiento obligatorio” hasta el 26 de abril; el Gobierno, que había dicho que esperaría hasta el 13 de abril para tomar la decisión, se vio avocado a anticiparla para que no se le viniera el mundo encima. Las razones que se han dado para la prórroga del confinamiento son lógicas, fortalecer el sistema de salud, no preparado para crisis como la presente y ver hacia donde toma la curva de la pandemia.
No se trata de presentar una antinomia entre el combatir el virus o mantener la actividad económica; entre la vida y el trabajo, ambos son aspectos esenciales que el Estado debe proteger; lo que sucede es que de hambre murió más gente en primer trimestre de este año que de coronavirus. Hay que procurar conciliar los dos propósitos y la historia medirá a los gobernantes actuales precisamente por las decisiones que tomen en estos aciagos momentos, tendientes a conjurar exitosamente los efectos negativos de la pandemia, a no apagar la producción económica y salir del problema recesivo en que vamos a quedar después de estas cuarentenas. El juicio de la historia no será por uno solo de los mencionados aspectos, sino por todos en su conjunto.
Mientras tanto seguimos observando medidas y propuestas de todos los pelambres. El decreto para mandar miles de presidiarios a la casa, so pretexto de evitar la propagación de la pandemia, le cae como anillo al dedo al sistema carcelario para eliminar su problema de congestión carcelaria. Las críticas no se hicieron esperar; la academia del derecho penal no solamente enrostró los desatinos de la medida que regulaba lo regulado y hacía más difícil en algunos casos la salida que con el actual sistema; sino que provocó la reacción del Fiscal General, que como clérigo suelto, ya marca diferencia en estos temas con el Gobierno al que le debe el cargo.
Pero también aparecen medidas exóticas, como volver a la prohibición de alcohol en los hogares; ya afuera no se puede ingerirlos; parecida a la experiencia que vivió la sociedad americana en la primera mitad del siglo XX. La razón también loable, para evitar la violencia reciproca entre cónyuges, obligados en este momento a la fidelidad obligatoria en este confinamiento. En ese orden de ideas, no faltará quién proponga que se agregue una cuarentena sexual, para evitar explosión demográfica que se nos avecina y además, teniendo en cuenta que, también en el primer trimestre, murieron en la humanidad más infectados por sida que por el coronavirus.