En general, fue bien recibido por el país el Acuerdo para la compra de tierras a ganaderos que, voluntariamente, quieran venderlas dentro de unas condiciones válidas de una economía de mercado, con destino al Fondo para campesinos sin tierra o con tierra insuficiente.
No faltaron insultos y descalificaciones en lo personal: a la ministra porque, en un gesto de cortesía, me dio las gracias; y a mí, porque si me opuse al Acuerdo de Santos con las Farc, mal podría participar en un proceso que le facilita al Gobierno el cumplimiento del punto 1, lo cual se tilda de incoherencia y sospechosa voltereta.
Al Gobierno, porque, siendo de izquierda, no debería negociar con un gremio caracterizado como “de derecha”, y a ambos, Gobierno y Fedegán, por lanzar una promesa imposible y populista, un engaño; y claro, no faltan las narrativas de los “odiadores” de oficio, para quienes la tierra de los 600.000 ganaderos, pequeños, medianos y grandes, proviene del despojo y, en consecuencia, no hay que comprársela, hay que quitársela… y punto.
“Oídos sordos” a esas envenenadas reacciones, sin importar sus autores ni la absurda tontería de sus palabras. Solo algunas reflexiones:
1. Colombia no es un cuadro en blanco y negro, en el que se es lo uno o lo otro; por el contrario, la realidad es variopinta y con matices en los que podemos encontrarnos. Lo opuesto al negro no es blanco solamente. Puede ser, simplemente, NO negro.
2. La recuperación del campo y el sueño -sí, el sueño- de convertir a Colombia en potencia agroalimentaria no es populismo barato, es un reto posible a partir de evidentes ventajas comparativas; un reto que no es de izquierda ni de derecha. Decía Ortega y Gasset que solo una “aspiración” mantiene unido y vivo a un pueblo. Sí, aspiraciones, sueños alcanzables.
3. ¿Quién ha dicho que el campo está condenado a la postración, el abandono y la violencia, que no podemos tener un modelo de desarrollo equilibrado, en el que lo urbano reconozca su dependencia estratégica de lo rural y le retribuya en inversión, desarrollo y bienestar?; una deuda histórica gigantesca, una recuperación siempre prometida y siempre incumplida.
4. No se trata, finalmente, de una simple compra-venta de tierras para entregarlas a campesinos pobres y dejarlos botados con su título de propiedad, como se ha hecho en el pasado. La integralidad hace parte del Acuerdo. Ya la ministra del ramo planteó un programa de vivienda rural que lo acompañe, el Gobierno se comprometerá con vías terciarias, quizás la expresión más dramática del aislamiento rural; y deberán incorporarse Finagro y el Banco Agrario, y el MinTIC con internet, mientras que Fedegán se compromete a brindar asistencia técnica y extensión en ganadería sostenible a partir de Sistemas Silvopastoriles, que capturan CO2 y permiten generar ingresos por compensaciones por servicios ambientales.
Ya llegamos a un acuerdo en el qué, ahora debemos avanzar en el cómo. Fedegán prepara un documento técnico con propuestas sobre los procesos de compra y sobre su participación frente a las comunidades beneficiadas. El Gobierno hace lo propio y nos encontraremos en la Mesa de Trabajo prevista para ese propósito, con tres principios claros:
1 Transparencia, sin fisura alguna en los procesos de compra y asignación de tierras.
2. Integralidad, porque su carencia ha sido la causa de fracasos anteriores.
3.Responsabilidad, que es enorme frente al campo y el país. Esto no puede salir mal.
En un país donde no se presume la buena fe, sino la mala, siempre habrá aves de mal agüero, y carroñeras también, pero… a palabras tontas y malintencionadas…, oídos sordos.
@jflafaurie