A la hora que se escribe esta columna, la noticia de una encuesta inesperada en Iowa favorable a la vicepresidenta Kamala Harris, en un Estado que en dos ocasiones anteriores lideró el candidato republicano, plantea la posibilidad de una victoria para ella, no solo en ese sitio sino también en otros estados clave en los que su mensaje centrado en las mujeres y sus derechos; en el respeto de las diversas comunidades que conforman los Estados Unidos y en particular de las comunidades latina y negra, objetivos tradicionales del mensaje racista de su contrincante; en el riesgo que este representa para el Estado de derecho; y en los llamados a unir a la sociedad y no a dividirla, parecieran haber encontrado eco.
Empero, en la más reñida contienda electoral de los últimos tiempos, los partidarios del señor Donald Trump tienen también razones para estar optimistas, pues no solo otras encuestas lo favorecen, sino que a pesar de las graves acusaciones que pesan contra él en los múltiples procesos que se le siguen, de las mentiras y tergiversaciones que utiliza a cada instante, de que muchos republicanos no le votarán y que la mayoría de sus antiguos colaboradores advierten el riesgo que aquel representa para la democracia, de las afirmaciones según las cuales llegará a vengarse y a llevar a prisión a sus enemigos políticos y de que solo respetará los resultados si es el ganador, millones de personas ya le han dado su voto anticipado y están dispuestos a hacerlo en el día de hoy con un fervor que escapa a nuestro entendimiento.
Todo puede suceder, y el resultado deberá respetarse, cualquiera que sea, pues esa es la lógica de la democracia. Solo habrá que esperar que en el caso de una victoria del expresidente Trump la inmunidad casi absoluta que la Corte Suprema de Justicia ahora reconoce al presidente de los Estados Unidos no se convierta en el fin de la democracia en ese país y que las reservas institucionales y sociales que lo caracterizan logren mantenerla incólume ante eventuales desafueros.
Todo puede pasar, también que la señora Harris triunfe, por muy pocos votos electorales, lo que sería problemático, pues es claro que su contrincante no está dispuesto a aceptar la derrota, y que un resultado estrecho llevaría a interminables debates y acusaciones.
También puede suceder que se realicen los vaticinios que insinúa Iowa, con una ola azul, lo que no libra el panorama de incertidumbres, pues es claro que en una sociedad tan polarizada urge reconocer errores, encontrar soluciones y activar políticas que den respuesta a las insatisfacciones, temores y angustias de buena parte de la sociedad norteamericana, que explicarían el eco que encuentra el mensaje populista que abandera el expresidente Trump.
La participación hasta último minuto en la campaña de los expresidentes Barack Obama y Bill Clinton, así como de los principales líderes demócratas muestra, como es lo propio de una verdadera democracia, que nada está dicho hasta que no se cuente, se valide y se muestre la última papeleta electoral.
@wzcsg