Sabemos por física elemental que lo denso baja y lo sutil sube; caen las piedras y los objetos materiales, así como el agua en estados líquido y sólido; sube el fuego, el humo, así como el agua en estado gaseoso y todo tipo de vapores. También sabemos que la materia no es otra cosa que energía densa, tanto que alcanzó estados sólidos, pero que no han perdido su naturaleza energética. La materia es fundamental para que se cumplan las experiencias de cada ser vivo, por lo que no se trata, de ninguna manera, de desdeñar lo material. Se trata, creo yo, de reconocer que esa materia es transitoria, que no por ello menos importante en esta vivencia tridimensional, y que permite el tránsito de lo denso a lo sutil, al cual todos los seres estamos llamados, más allá de que reconozcamos o no ese destino trascendente y de que trabajemos para ello o no. Sí, estamos llamados a la trascendencia, que no es algo del más allá sino muy del más acá, del aquí y el ahora.
Trascender, para llevar la palabra a nuestra cotidianidad, lo podemos interpretar como la capacidad para ir un poco más allá de lo evidente y adquirir nuevos aprendizajes. Cuando nos damos cuenta de que aquello por lo cual nos enfurecimos en un momento dado no es en realidad tan importante, estamos trascendiendo: pasamos de la ira a la serenidad. Cuando soltamos la actitud combativa y de competencia y logramos reconocer que evolucionamos más y mejor desde la solidaridad, la colaboración y el aprendizaje mutuo, estamos trascendiendo: pasamos del yo egocéntrico al nosotros integrativo. Cuando a pesar de las inmensas ganas de una suculenta torta de chocolate, que no podemos comer porque nuestro cuerpo no procesa adecuadamente el azúcar, elegimos un alimento que no nos hace daño, estamos trascendiendo: pasamos de la gula desde la cual hacemos la enfermedad al enfoque que mantiene estados de salud. Es en las acciones comunes y corrientes de la vida donde tenemos la posibilidad de trascender. Y ascender.
En nuestras sociedades acostumbradas a la competencia estamos habituados a que el ascenso se hace sobre las derrotas ajenas. Por supuesto también estamos llamados a trascender esa visión que -aunque bastante limitada- es la que en esta coyuntura existencial se privilegia y exalta, como vemos en los procesos electorales y las contiendas deportivas. Claro que el logro individual o de un equipo seleccionado constituye un ejemplo de esfuerzo y tenacidad. Pero, desde la visión competitiva solo subirán algunos, ¡cuándo estamos llamados a ascender todos!
Por ello necesitamos trascender la competitividad para ascender todos los que se esfuercen en subir. Habrá muchos que, en el uso de su libre albedrío, elegirán no trabajar por su ascensión y podemos respetar su decisión, para no cargar a quien no necesita ser cargado; ya llegará su momento. Para quienes sí deseemos fervorosamente transformarnos un poquito cada día, la invitación es a trascender y ascender en medio de nuestras actividades diarias. A ello estamos llamados.