Con desfachatez temeraria, el presidente Santos, a tres días de las elecciones, convocó a los partidos de su resquebrajada Unidad Nacional para invitarlos a hacer trampa con los resultados del 11 de marzo. Sí; como lo leen, para engañar a los ciudadanos haciéndoles creer que sus resultados son uno solo, que la Unidad es hoy una gran alianza electoral que realmente no existe; y todo para opacar los contundentes resultados del candidato del Centro Democrático y de la consulta de la Alianza para la Reconstrucción de Colombia.
No es la primera trampa mediática. Desde siempre se ha estigmatizado al Centro Democrático con la acusación espuria de “polarizar” al país, cuando la polarización ideológica es una constante en la humanidad y un sustrato de la democracia. Lo contrario es condenar el derecho a la diferencia sustantiva. Desde Platón y Hegel, el razonamiento ha sido explicado como un proceso polarizado, de tesis y antítesis para llegar a nuevas compresiones de la realidad. La tercera Ley de Newton también nos muestra a la naturaleza como una puja de fuerzas en oposición en busca de equilibrio.
Así pues, quienes intentaron minar la convicción de los defensores del NO y de los seguidores del Centro Democrático, acusándolos de enemigos de la paz y de “polarizar” a través del miedo, perdieron su esfuerzo. Quienes pretendían un país de borregos alrededor de una paz que solo aparece en la propaganda oficial, perdieron su esfuerzo. Seguimos firmes en unas convicciones que no han cambiado un ápice.
Da grima, por el contrario, ver la publicidad desesperada y tramposa de los invitados de Santos, de esos partidos y candidatos que ayer no más eran partidarios de la paz a cualquier costo, sin verdad, justicia ni reparación previas a la participación política de las Farc, pero hoy se rasgan las vestiduras ante lo que siempre se supo: Las Farc iban a engañar cínicamente al país con el consentimiento del Gobierno.
Hoy, frente al retiro de la candidatura de Timochenko, esa moral tramposa reaparece. Ni sus mejores amigos y socios, comenzando por Piedad y el mismo Petro, quieren tener cerca a la Farc. Como Pedro, han negado a su amigo de ayer; han expresado enfáticamente que no esperan, ni quieren, ni han tenido nunca su apoyo. Ni qué decir de Humberto De la Calle, de Fajardo y otros apóstoles de la paz en campaña.
Dentro de ese contexto de polarización satanizada, se perfilaron dos alianzas que elegirán candidato por consulta popular; una de ellas sólida, de la cual saldrá el elegido entre Martha Lucía Ramírez, Alejandro Ordóñez e Iván Duque; y la segunda a medio hacer, en la que Caicedo parece entrar para que no sea una coalición de uno solo, y a la que también le hicieron el feo, quizás porque esos demócratas tibios, que defienden lo que todos defendemos: la paz y la lucha contra la corrupción, sienten hacia Petro, el consentido de Maduro, el mismo temor que muchos sentimos de caer en la desgracia del vecindario, un riesgo real que hoy es pecado expresar, so pena de ser acusados de atemorizar y polarizar a la población.
El 11 de marzo, la lista del Centro Democrático será la más votada. La Alianza para la Reconstrucción de Colombia se convertirá en la gran esperanza, y su candidato enfrentará a la izquierda que, a regañadientes, se concentrará alrededor de Petro para tratar de contener una victoria sin precedentes en primera vuelta. Los demócratas tibios tendrán que escoger entre el futuro de Colombia o caer en brazos de la izquierda. La Farc, como siempre, sonreirá cínicamente.