Si el propósito principal del presidente Gustavo Petro con su primer discurso en la ONU fue producir un impacto sonoro, se debe reconocer que con una pieza de elegante retórica lo logró. Además, estableció como eje de la política internacional del gobierno el acople entre el cambio climático, lucha (reenfocada) contra el narcotráfico y la paz total. Y si se tienen en mente declaraciones como la que dio a Caracol TV: “…los dueños del narcotráfico no se visten de camuflado y no tienen un arma encima… El narcotráfico es de corbata y poder, nunca se golpea y hay que golpearlo…”, se puede colegir que el reenfoque de la lucha contra el narcotráfico, que busca el presidente, incluye apuntar al centro de gravedad del problema, es decir a las mafias y sus coequiperos de “cuello blanco”.
Es más, por la prioridad que en el discurso se le dio al impacto y no a la persuasión, se comprende el porqué de las simplificaciones equívocas en las que incurrió al colocar al sur, con sus selvas neutralizadoras del cambio climático, como “víctima cultivadora”, y al norte global como “victimario consumidor”. ¿Es Brasil, con la más alta proporción de la amazonia en su territorio, también víctima? o ¿Es victimario por ser el segundo consumidor de la cocaína colombiana superado solo por Estados Unidos? ¿Es México, con sus carteles demandantes de cocaína a las distintas delincuencias organizadas colombianas, un victimario más del norte global?
Lo cierto es que el desafío ahora es buscar una concertación internacional para convertir los clamores exaltados del discurso en compromisos reales y efectivos. Para esto se podría aprovechar el potencial liderazgo del gobierno colombiano en América Latina, aupado por el discurso en la ONU, para realizar esfuerzos diplomáticos en bloque y concretar cambios en la política internacional antidrogas.
Dichos cambios, además de insistir en lo atinente a la ayuda económica para proteger la amazonia, se podrían lograr colocando sobre la mesa una variable que tiende a soslayarse: lo que más se opone a la necesaria voluntad política para reajustar la estrategia contra el narcotráfico, son los obstáculos que surgen por la corrupción sofisticada maquinada desde las mafias transnacionales hacia las autoridades responsables de ejecutar la estrategia en cada país. De esta manera logran que el esfuerzo principal no se focalice en el centro de gravedad del problema constituido por dichas mafias y las gestiones de sus sobornados de “cuello blanco” (lavado de activos, ocultamientos, disimulos etc.)
Así las cosas, conviene que el reajuste estratégico incluya la manera de neutralizar dichos obstáculos, internacionalizando la lucha de manera más efectiva. Esto se lograría bajo un tratado que disponga la elaboración de un código penal internacional que tipifique delitos característicos de las mafias transnacionales y sus “aliados”, luego de lo cual, y bajo la tutela de la OEA, los países americanos que se vinculen, destacarían agentes de inteligencia, policías, fiscales y/o jueces de probada experticia y honestidad para conformar un Tribunal Internacional Antimafia competente para operar subsidiariamente en cualquiera de dichos países como una especie de “espada de Damocles”.