Por ahora lo mejor que puede hacer es jugar golf, no trinar, sus aciertos y desaciertos quedan para la historia, fue un mandatario controversial, la construcción del muro se encuentra en entredicho, el ritmo del recalentamiento global continúa, Estados Unidos readquiere compromisos con los organismos internacionales, retoma el liderazgo, quiere revisar a fondo las relaciones con la Comunidad Europea, disminuir tensiones con China.
Dejar el poder es duro así se ostente la condición de millonario y exista la opción de publicar memorias, de dictar conferencias, de mejorar la situación de las empresas personales con deudas contraídas declaradas por trescientos cuarenta millones de dólares que deben pagarse antes de cuatro años. Enfrenta la demanda para que restituya al erario setenta y dos millones recibidos en el 2010 cuando declaró perdidas por mil cuatrocientos entre el 2008 y el 2009, él sostiene que “en Hacienda me tratan fatal.”
El esfuerzo de la nueva administración, según se anuncia, tiende a encuadrar, a corregir yerros, a la disminución de fricciones, a restaurar la imagen, a propiciar el fortalecimiento democrático del país. Quienes pronostican el enfrentamiento del nuevo gobierno con el expresidente se equivocan aun cuando él insista en provocarlo, en discutir la legalidad de los resultados electorales, este es irrefutable, plenamente confirmado, reconocido internamente y por los Estados del mundo.
El expresidente Donald Trump, como hombre de negocios, ha tenido éxitos y caídas, orador emotivo y estrella del espectáculo, decidió hace tiempo incursionar en política, su estrategia, le sirvió para derrotar a Hillary Clinton en 2016, no en el intento de obtener la reelección en el 2020 en medio de la pandemia. Acertó, sin embargo, en el área económica, las cifras de incremento de empleo son alentadoras.
Para Latinoamérica no hubo espacio durante su periodo, descorteses las expresiones acerca de varias naciones, erróneas las decisiones de carácter migratorio, a pesar de ser descendiente de antepasados que vinieron, trabajaron y amasaron fortuna con esfuerzo.
El expresidente está quieto pero disiento de quienes suponen que ejercerá las funciones de líder del partido republicano. Ello no se concretará, a causa de la turbulencia que fomentó aupando a sus simpatizantes para manifestaciones con tomas que perturbaron el orden público, motivo del juicio que se adelanta en el Congreso.
Los exmandatarios de Estados Unidos adoptan su propio perfil, mantienen protagonismo, rehúyen opinar sobre sus sucesores, establecen fundaciones, colaboran en actividades filantrópicas, asisten a convenciones, a actos académicos y protocolarios. Falta ver si ese será el camino escogido por el expresidente, tal vez vaya más allá por el apego al show, pero para muchos el telón del espectáculo de los cuatro últimos años ya se cerró. La situación nos reafirma la certidumbre de que nadie es tan poderoso como creemos y el fracaso constituye realidad inherente a la vida.
La era Biden empieza en época difícil, con crisis sanitaria y aplicación de vacunas, ojalá que los norteamericanos acojan la frase de John Kennedy: “No busquemos la respuesta republicana o la demócrata sino la correcta.”