Un lugar santo para los muertos | El Nuevo Siglo
Domingo, 20 de Noviembre de 2016

Desde hace un tiempo no muy largo hemos venido asistiendo a usos funerarios llenos de novedades y prácticas curiosas. La tradicional y lenta caravana hacia los cementerios, con el cadáver, transportado solemne y respetuosamente, tiende a ser cosa de pocos.  Ahora lo usual, al menos en algunos sectores sociales, es incinerar el cadáver, recibir las cenizas y después depositarlas en un cenizario o de pronto cualquier cosa: esparcirlas en el mar, en los ríos, dejarlas en la “madre tierra”, guardarlas en la sala de la casa o dividirlas según opiniones y gustos de los parientes y amigos. Y quién sabe qué otras prácticas más bien ocultas se hacen hoy en día con los restos mortales de algunos difuntos.

La tradición cristiana y en concreto la de la Iglesia católica ha sido partidaria, y así lo recomienda, de la sepultura de los cuerpos. Es una forma muy clara de recoger varios significados: el respeto por los restos mortales del difunto, que en vida fue también templo del Espíritu Santo. Refleja esta práctica también la fe en la resurrección de los muertos. Dejando los cadáveres en lugares sagrados se favorece el recuerdo de los difuntos, así como la invitación a orar por su eterno descanso. Y de quienes fueron en vida santos o mártires, la sepultura suscita la veneración y admiración ejemplificante. La sepultura respetuosa también nos recuerda que hay una comunión entre vivos y difuntos.

La Iglesia, por otra parte, no se opone a la cremación de los cadáveres ni ve que esta práctica se oponga a la fe en la resurrección ni en la inmortalidad del alma. Pero también pide un lugar sagrado para las cenizas, de manera que sean respetadas y que se evite cualquier práctica indigna o supersticiosa que termine por opacar el origen de esos restos que en vida fueron vida humana, creación de Dios. Estas son algunas de las recientes indicaciones dadas por la Congregación para la Doctrina de la Fe, del Vaticano, para que entre cristianos tengamos unas prácticas funerarias acordes con nuestra fe, respetuosas y sobrias, en un mundo que hasta la muerte la ha querido convertir en show y eso no tiene sentido. Lo que tiene sentido es que los muertos descansen en paz.

PD: Monserrate sin camino peatonal, Monserrate sin restaurantes: ¿Será que alguien está interesado, a la larga, en desmontar el Santuario?