Una pelea muy antigua | El Nuevo Siglo
Domingo, 9 de Octubre de 2016

La actual “incertidumbre” que se vive en el país está lejos de ser nueva y todavía más lejos de tener en la guerra su principal componente. Quienes leemos libros de historia de Colombia sabemos que quizás desde el siglo XIX se generó una tensión, que no ha desaparecido, entre dos formas de ver el mundo y por ende las personas. Por decirlo en términos sucintos, pero que no me gustan mucho, el tire y afloje es entre una visión conservadora del mundo y otra visión de corte liberal. Estos términos los uso en un sentido sobre todo filosófico, aunque también tienen connotación política. Y la tensión se hace más fuerte cuando alguna de las partes se olvida de que existe la otra y termina marginándola hasta el ostracismo y el desprecio. Para salir de este estado de cosas, la parte marginada ha acudido muchas veces a las armas y la parte dominante las ha empuñado también para defenderse.

Lo que no hemos logrado hacer bien es la síntesis, que debería generar paz. Incluso cuando no empuñamos armas cavamos trincheras con diversos nombres: clases sociales, estratos, lo público y lo privado, las iglesias y las religiones, la riqueza y la pobreza, el Sena y los Andes, etc. Pareciera que la mente nacional tuviera una consigna: separarse de los demás, diferenciarse, no mezclarse, no reconocer al otro. Y cada trinchera tiene sus propagandistas, sus columnistas, sus demonios, sus cielos, sus limbos. Es una verdadera comedia. Y lo grave es que de vez en cuando alguien se sale de la trinchera y empieza a disparar a todo lo que se mueve y ahí es Troya. ¡Qué tristeza!

¿Dónde comenzaría el camino para llegar a la síntesis nacional? Difícil responder. Pero quizás podría iniciar en la descripción de todo lo que somos, hacemos, creemos, pensamos, soñamos y detestamos. Pudiera ser que viendo todo lo que contiene esta nación, los más virulentos entren en razón y dejen de pensar que son los únicos seres que la habitan, que su pensamiento es el único válido, que sus defectos son de obligatoria aceptación para los demás, que su historia es la historia. Se trata de subir a las personas, por ejemplo, a una cima, para que vean el panorama completo y dejen de pensar que su cueva es el mundo. Generalmente se sugiere la educación para elevar a las personas. Jesús, cuando quería revelar todo su ser a los apóstoles, los hacía subir a la montaña. ¡Cómo quisiéramos elevar la mirada de unos y otros para que todos nos reconozcamos y dejemos de pensar en aniquilarnos!