Urgente: reflexión moral | El Nuevo Siglo
Domingo, 15 de Enero de 2017

A medida que la vida en Colombia se vuelve cada vez más absurda, desordenada, proclive como ninguna a la acción criminal, despectiva como la que más hacia la ley, más urgente aparece la tarea de hacer una reflexión moral o ética o sobre valores y criterios de acción o como se le quiera llamar. Pero no podemos seguir en este caos que ha sembrado la sensación de que todos estamos bajo riesgo de ser víctimas de cualquier acción o incluso en riesgo, quizás por puro instinto de supervivencia, de actuar por fuera de los parámetros de la racionalidad y la moralidad. Ya han cumplido su función la actitud de sentirse escandalizado o la histeria mediática. Nada de eso cambiará la situación, al contrario, la empeora pues ha engendrado más odios, linchamientos y justicias por mano propia.


Hace ya muchos años los obispos católicos colombianos afirmaron que Colombia era un país moralmente enfermo. Pues el mal ha empeorado. Desde el niño que roba un lápiz en la escuela, pasando por el corrupto, el ladrón, el extorsionista, el infiel, el tramposo, hasta el asesino por cualquier motivo, sin olvidar al narcotraficante o al consumidor de drogas, demuestran que perdimos la noción de la moral, del bien y el mal, de lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer. Nos hemos empalagado de una cosa que llaman sociedad liberal y que no es otra cosa que la destrucción sin límites de lo humano por los mismos humanos. Negarlo es cosa de ciegos. Pero también es cierto que quizás buena parte de los miembros de la nación quizás nunca oyeron hablar de una tal ética o de una tal moral. Simplemente son seres que están dispuestos a lo que sea para satisfacer sus necesidades básicas y para satisfacer sus instintos. 


Quienes estamos en situación de escribir, hablar o desempeñarnos en público tenemos tarea primordial: hacer una reflexión moral para orientar a muchas personas. Esta tarea cabe en la misión de los periodistas, columnistas, pastores y sacerdotes, profesores, generadores de opinión, presidentes de lo que sea, jefes con influencia, padres y madres de familia. Es urgente sentar a las personas y hablarles del bien y el mal, de lo que se debe hacer y lo que se debe evitar, de lo virtuoso y lo pecaminoso. Y hay que hacerlo con claridad, sin tanto rodeo ni tanta palabra ridícula que nos ha invadido para ocultar males enormes. Ninguna institución importante está exenta de tener entre sus tareas la de orientar éticamente a sus miembros, porque de lo contrario lo único que parece estar moviendo a los colombianos es conseguir plata como sea, acercarse al poder sin escrúpulos, lograr placer aun a costa de sí mismos. Un verdadero drama que puede deshacer una sociedad ya de por sí frágil. 


Aunque hoy en día hay una cierta censura hacia el discurso moral, no queda más remedio que pronunciarlo. Y al hacerlo nos tocará ponerle nombre a muchas actuaciones que son absolutamente destructivas para los seres humanos y, también, habrá que exaltar la acción virtuosa y constructiva. Pero entre más demoremos esta reflexión más lejos llegaremos camino al abismo. Invito, por ejemplo, a mis colegas columnistas a que empleemos más tinta en este tema y dejemos de lado otros que no tienen importancia alguna, sinceramente.