Sin duda, Colombia es un país especial en cuanto al respeto, veneración y pleitesía a la figura materna, y eso es bueno, pues dice bien del andamiaje familiar que se respira en el país. Debemos reconocer que el tema con el trascurrir de los tiempos se ha venido fortaleciendo, seguramente porque el nivel cultural del país ha mejorado o por la potenciación de los medios de comunicación, que tanta influencia tienen en las diferentes capas sociales que componen nuestra población.
La celebración del día de la madre es una conmemoración de larga tradición, solo que en tiempos pretéritos la festividad tenia ribetes domésticos y la tertulia no salía del entorno puramente familiar, reduciéndose a una preparación de viandas, algunos convites y esa gran reunión salpicada de anécdotas, recuerdo curiosos, sin olvidar los ausentes por diferentes causas a los que se dejaba un espacio de evocación. Siempre había lágrimas, uno que otro reproche, pero todo con un final feliz, la matrona recibía regalos que buscan aliviar la carga doméstica consistente en delantales, limpiones, ollas y demás utensilios para la cocina; presentes que la madre agradecía de corazón.
Da gusto ver como las cosas han cambiado diametralmente, hoy la celebración no se efectúa en la residencia de los progenitores, ni la madre debe preparar u organizar el festín. No. Ahora el homenaje es grandioso, pues la familia invita a un restaurante para agasajar la gran señora. Da gusto ver como en las ciudades capitales, la oferta gastronómica para el día de la madre es generosa y alegra observar la demanda de cupos en los restaurantes, buscando un lugar adecuado, cómodo y eufórico; que alegría asistir a la exacerbación de esta celebración tan importante familiarmente.
El pasado fin de semana, especialmente en Bogotá, fue sorprendente la solicitud de cupos en restaurante y demás negocios gastronómicos para celebrar a las reinas, un reconocimiento a esas familias que se toman en serio el homenaje a las madres. Dios permita que cada año el agasajo esté presente en los hogares colombianos y todas las madres puedan disfrutar de ese momento tan sublime.
Definitivamente este año las cosas salieron algo mejor. Porque todo lo bello narrado anteriormente tiende a nublase cuando las libaciones se exceden y el alcohol invade los espacios. “Al momento de escribir esta columna no tengo las estadísticas sobre lesiones personales”, situación que tradicionalmente enturbia y da al traste con lo que fue alegría, respeto y pleitesía hacia la madre.
Esta situación tiene algunos soportes donde se afirma que las reuniones esporádicas de familia permiten que afloren resentimientos, malestares o conceptos encontrados, viejas rencillas que mal orientadas terminan en agresión. Lástima tanta belleza dilapidada por falta de tolerancia y diálogo. Esperamos el año entrante con más templanza.