La verdad, al menos en este plano, no es una sola. Hay tantas como miradas posibles; sin embargo, la clave está en cómo interpretamos esa que es nuestra verdad.
Esta tiene que ver con cuál es el lugar que cada quien ocupa en el mundo. En ese sitio se encuentra nuestro verdadero poder, pues desde allí podemos usar el libre albedrío personal cada vez con mayor consciencia. Cuando ello ocurre, es posible que utilicemos todo nuestro potencial creador y, literalmente, hacer milagros. Para ocupar nuestro lugar es preciso hacer de lado todo aquello que no sirve para el propósito, con gratitud y confianza en la vida. Desde las constelaciones familiares, propuestas por Bert Hellinger, sabemos que es preciso soltar algunas herencias que, más que lealtades que debamos mantener a cualquier costo, son cargas que obstaculizan nuestro proceso vital.
Ir detrás de la verdad no es suficiente: es preciso situarse en ella. Este diálogo entre los médicos William Masters y Barton Scully, en la serie Masters of Sex de 2015, ejemplifica la importancia no tanto de buscar la verdad, sino de encontrarla: “– Hay veces en que es mejor no saber, hay algunas puertas que nunca deberían abrirse. ¿O crees que siempre vale la pena buscar la verdad, pase lo que pase?... – Por experiencia, la verdad puede resultar muy cara: puedes perder a los que amas, partes de ti mismo. Pero, al final lo vale. Vale la pena saber en dónde te encuentras parado.” Es lo que en matemáticas equivale a despejar la X para resolver la ecuación. En realidad, resulta muchas veces penoso reconocer las verdades ocultas en nuestros sistemas familiares, y que seguimos perpetuando sin siquiera saberlo. Si bien no podemos cambiar el pasado, sí es necesario conocerlo para integrarlo y trascenderlo, tomar de él lo que nos sirve y desechar lo que no.
La verdad en las relaciones es vista en forma diferente por cada quien y está sujeta a interpretaciones. Sin embargo, hay hechos concretos que no se pueden soslayar una vez se revelan. No se trata de quedarnos anclados en lo sucedido, sino de cómo lo reinterpretamos en presente, a partir de preguntas esenciales: ¿para qué me sirve esto que pasó? ¿Qué puedo aprender aquí? ¿Cuál es el sentido de eso que ocurrió? Al contestarnos esas inquietudes, saber la verdad, nuestra verdad personal, nos permite redefinir nuestro sitio en el mundo para ocuparlo en forma sana, sin necesidad de competir con nadie, pues al nacer ya tenemos un lugar por derecho propio. Recuperamos nuestro propio poder cuando logramos vivir libres de culpas, resentimientos, patrones repetidos… Lo hacemos cuando dejamos de ser desplazados de nuestro propio centro y nos dejamos guiar por la Luz.