Vicente Torrijos | El Nuevo Siglo
Martes, 7 de Julio de 2015

PLANETARIO

Terrorismo cinegético

La  cinegética es el arte de la cacería. El cazador no conoce a su presa, ni su biografía, ni su identidad, pero está predispuesto, motivado, destinado a eliminarla.

Tampoco requiere de ella para su subsistencia. A diferencia de lo que sucedía siglos atrás, el cazador de hoy se siente deportista, artista o maestro. Apegado a ciertos códigos, se sabe amparado por licencias que legitiman su práctica y la promueven. 

Lo cierto es que el ejecutor siente placer al eliminar a su víctima mediante un ritual que incluye atuendos, armamento, técnicas de precisión, alta dosis de paciencia para permanecer al acecho, escenografía predeterminada y suficiente simbolismo.

Por supuesto, la faena termina con la presa a cuestas y luego, como huella indeleble de la proeza sacrificial, todo se sintetiza en la taxidermia y el trofeo como prueba de la destreza. Indolencia, exaltación y exhibicionismo.

En resumen, cinegética que, trasladada a lo sociológico, no es otra cosa que el delito de intolerancia, el crimen de odio.

Hace unas semanas, John T. Booker fue arrestado justo en el momento en que terminaba las conexiones de un poderoso explosivo con el que iba a fulminar a un buen número de soldados en el Fuerte Riley. Booker era mejor conocido entre los suyos como Mohammed Abdullah Hassan y era un popular simpatizante del Estado Islámico.

Pocos días atrás, un muchacho llamado Dylann Roof se metió en la iglesia episcopaliana de Charleston, Carolina del Sur, estuvo observando pacientemente a los fieles y luego los fue ejecutando uno a uno, gritando que estaba ahí “para matar negros”.

Y el pasado 9 de junio, un francotirador de la columna Miller Perdomo, de las Farc, le voló los sesos al soldado Diego Murillo cuando prestaba seguridad a investigadores de la Sijin y la Fiscalía en zona rural de Suárez, Cauca.

La noticia, que aparece en la página de la agencia Anncol, está adornada con una fotografía tomada por un tal Dick Emanuelsson y en ella aparece alguno de esos francotiradores haciendo gala de sus experticias.

En resumen, terrorismo cinegético, propio del cazador furtivo, aquel que permanece horas a la espera de su víctima y con todo desparpajo asesta el golpe con el cual podrá preciarse luego de ser el más avezado, el más arrojado, el que, con su ejemplo, abre el camino para que otros se sumen a su tarea criminal contra la sociedad democrática.