VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Lunes, 24 de Octubre de 2011

Siete principios

Ya  que Gadafi se ha ido de este mundo y ETA aparece en España haciéndonos creer que va a desaparecer cuando en realidad lo que persigue es fortalecer electoralmente a su aparato político y al socialismo que tan comprensivo ha sido, vale la pena revisar un texto precioso y muy reciente en el que Edward Luttwak nos recuerda cuáles son las claves para entender el éxito del imperio bizantino, o sea, su notable sostenibilidad de varios siglos en medio de tantos antagonistas, riesgos y amenazas.

Primero que todo, el estratega trata de evitar la guerra, pero haciendo que el adversario la perciba en todo momento como si fuera inminente.

Segundo, recolecta toda la información concerniente a la contraparte, principalmente lo relacionado con su mentalidad, al tiempo que aplica un monitoreo constante de su conducta militar (no sólo de lo que dice, sino, especialmente, de lo que realmente hace).

Tercero, permanece siempre en campaña (ofensiva y defensivamente) pero evita el desgaste mediante una cuidadosa aplicación dosificada de la fuerza, todo con el fin de persuadir a los adversarios y modificar su conducta.

Cuarto, hace presencia física en el territorio hostil pero no se empecina en ocuparlo, y si lo ocupa lo mantiene auto-regulado, respetando la autonomía en un diálogo constructivo basado en el apoyo mutuo. Además, el empleo de la fuerza es intermitente. Si se requiere, se activa, pero no se convierte en la constante.

Quinto, despliega en todo momento diferentes métodos diplomáticos de tal modo que sin dejarse engañar, se mantienen abiertos los canales de diálogo, pues siempre son más útiles en un contexto de guerra que en uno de paz.

Sexto, siembra la semilla del cambio allá donde no tiene todavía el control. Con suficiente apoyo e ilusión basada en recompensas efectivas, nadie puede reemplazar a los propios afectados en procura de liberarse de sus opresores. De hecho, hasta los generales más radicales o los líderes religiosos más fundamentalistas siempre son susceptibles de caer en la tentación liberadora.

Y, por último, cuando diplomacia y subversión no bastan y la confrontación se hace insoslayable, el estratega hace uso paciente y persistente de las tácticas que afectan sensiblemente las principales vulnerabilidades del adversario.

En resumen, así es como puede explicarse la caída de Gadafi, o lo que está sucediendo con ETA. Porque, finalmente, el orden basado en la legitimidad impera. Y los transgresores caen, aunque en su momento hayan sido amos y maestros del terror.