VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 2 de Abril de 2013

El libreto

 

“Hay que creer lo contrario a lo que dice el Presidente”

 

De manera involuntaria, pero dejándome guiar por las evidencias, cada vez me convenzo más de que si uno quiere saber para dónde van los asuntos que el Presidente está negociando con las Farc en la isla lo único que hay que hacer es creer justamente lo contrario a lo que él dice.

Por eso, cuando Santos sostiene que en Colombia no habrá territorios liberados, ni repúblicas independientes, yo me lo imagino titulando tierras a los milicianos, retirando a la Fuerza Pública de los cascos urbanos y ampliando por doquier el adefesio de las zonas de reserva so pretexto de que solo así "... el campesino volverá a creer integralmente en el Estado y sus bondades".

Asimismo, cuando él afirma con altisonante vehemencia que sólo habrá cese bilateral del fuego al finalizar el regateo, tiendo a pensar que en pocas semanas nuestra Fuerza Pública quedará paralizada con el fin de "... darle paso a una tregua que les brinde a las Farc la confianza que, justificadamente, han perdido en el Estado y sus instituciones".

De igual modo, cuando arrebatado por el populismo chavista, besa y vuelve a besar a niños y mujeres a la vera del camino anunciando que la estructura y la doctrina de las Fuerzas Armadas no se verán alteradas, tiendo a pensar todo lo contrario y ya veo a nuestras tropas convertidas en las FFAA-EP, al mejor estilo cubano-bolivariano.

Por último, cuando él asevera que la Constitución no se verá traspapelada por los negocios en La Habana, ya me lo imagino anunciando en la Unión Peneya, entre vítores y ramos, la convocatoria a una Asamblea Constituyente con el 51 por ciento de las curules regaladas a las Farc por su "... histórica y desinteresada contribución patriótica a la consecución del bien sublime de La Paz en Colombia".

Porque, claro, como muy en el fondo sabe que ese déficit estructural de opinión que lo acompaña no será superado con slogans desteñidos, ni con enroque de ministros, ni con vueltas a Colombia, ni con el anacrónico populismo de vivienda, a fin de cuentas no le queda otro remedio que el beso de Judas, es decir, el abrazo de Timochenko en la Plaza de Bolívar para lograr su reelección.