¿Marco legal de qué? -II-
PERO nada me haría más feliz que la noticia de que todos esos dirigentes que alguna vez vociferaron que estaban respirándome en la nuca, empezaran a pedir que no me persiguieran porque, desaparecido yo, el remedio sería peor que la enfermedad y la dispersión de mis huestes les causaría una migraña de siete suelas.
Palabras más, palabras menos, me sentiría sumamente contento al enterarme de que los políticos en Bogotá están afanadísimos buscando la manera de cesar la acción penal en mi contra para que yo pudiera desarrollar la pantomima mencionada y mis queridos compañeros de la base combatiente fuesen reincorporados a la sociedad ingresando a las Fuerzas Militares, con lo cual, yo ya no tendría que preocuparme más por las tediosas tareas de penetración e infiltración que ahora me quitan el sueño.
Pero lo mejor, lo que definitivamente me llevaría al éxtasis, es que me dijeran que los políticos de la U, que el gabinete ministerial y la propia Casa de Nariño, todos, al unísono, estarían esperándome en la Plaza de Bolívar con los brazos abiertos y un regalo inmejorable: el de conservar intactos mis derechos políticos.
Porque, como es tan fácil colegir, de ese modo yo podría aspirar, tras el impactante pero en todo caso artificial espectáculo mediático de arrepentirme en público, yo podría aspirar, digo, a un cargo de elección popular mediante la consabida figura de la ‘circunscripción especial de paz’, es decir, yo entraría a gozar, en un abrir y cerrar de ojos, de un cargo de elección popular de aquellos… para los que no se necesitan votos.
Dicho de otro modo, yo llegaría desde las montañas de Colombia -o Venezuela- directamente al Centro de Convenciones para ocupar, junto a mis ilustres secuaces del Estado Mayor, la mitad de las curules de una Asamblea Nacional Constituyente en la que me dedicaría día y noche, con la más profunda tozudez patriótica, a refundar el Estado, a reinventarlo de pies a cabeza, para lograr, fast track, lo que tras décadas de andar con el fusil para arriba y para abajo tanto trabajo me estaba costando.
No estamos hablando de cualquier refundación del Estado, no. Estamos hablando de montar las bases constitucionales para que luego, cuando ya estuviésemos completamente enquistados en la dirección nacional, comenzáramos, como sabiamente supo hacerlo nuestro camarada de Miraflores, un sucesivo proceso de reformas que consolidaran definitivamente en Colombia la revolución bolivariana.
De tal manera, y casi sin advertirlo, los que hoy nos prodigan tantas dichas y regalos en el alto gobierno y el Congreso, tendrían que asistir, por la razón o por la fuerza, a la ceremonia en la que el país ingresaría formalmente a la Alianza Bolivariana para las Américas.