A un año de terminar su segundo mandato, el Alcalde Enrique Peñalosa le ha sabido cumplir a su ciudad. Sin tregua y sin pausa, ha llevado a feliz término su extenso e intenso programa de obras públicas que siempre ha tenido en mente y que inició hace veinte años cuando ocupó por vez primera la oficina principal del Palacio Liévano. En ese empeño ha demostrado que conoce como pocos los problemas y las necesidades de nuestra urbe y que tiene una visión estratégica para modernizarla, como bien lo testimoniado el propio Concejo capitalino.
Nuestro alcalde se ha distinguido, en todos su compromisos, por su espíritu de trabajo y dedicación al estudio. Se ha convertido en un especialista de talla mundial en urbanismo. Sus críticos lo tachan de terco, pero nosotros creemos que esta es su principal virtud, porque gracias a esa terquedad es que ha podido sacar adelante todas sus empresas. Hijo de un gran ejecutivo, Enrique Peñalosa Camargo, que se destacó como el ministro estrella de Carlos Lleras Restrepo, desde su muy pequeño estuvo familiarizado con los grandes problemas y retos nacionales.
Quizás un gran lunar de su gestión puede ser una cierta ausencia de preocupación por la cultura ciudadana, algo que distinguió tanto la administración de Antanas Mockus. Bogotá sigue siendo, por desgracia, una ciudad muy hostil con propios y extraños. Aunque si bien la tasa de homicidios parece haber bajado significativamente, la violencia y el robo siguen siendo pan de cada día en muchos sitios capitalinos. Hoy más que nunca necesitamos seguir el ejemplo de Cali y de Medellín para meter en cintura a tanto desadaptado y hacer gratas las calles para el solaz y bienestar de quienes vivimos bajo sus aleros.
Entre las grandes obras que quiere dejarnos Peñalosa sobresale la remodelación de la carrera séptima, nuestra Calle Real en los tiempos coloniales. La polémica ha sido muy grande en torno a los diseños de un metro elevado. Pero contra viento y marea todo parece indicar que Peñalosa abrirá las licitaciones pertinentes y dejara la terminación a su sucesor. Las obras, en principio irán desde la calle 24 hasta la Calle 100 Cien, para más adelante proseguir hasta la estación de La Caro.
Una tarea urgente por llevar a cabo es meter en cintura el llamado transporte público. Los buses azules se están volviendo una pesadilla. No atienden a los paraderos y recorren la ciudad prácticamente vacía, porque tienen asegurado su pago por parte del Distrito. Lo realmente grave es que sus conductores son los mismos energúmenos que manejaban las busetas de la llamada "guerra del centavo". Ir de pie en uno de esos vehículos es una verdadera tortura para los usuarios.
Otra crítica ha tenido que ver con los llamados "arboricidios" que han significado la tala masiva de muchos eucaliptos centenarios en algunas de las principales vías. Lo grave es que no se ve una labor disciplinada para remplazarlos técnicamente. Es una lástima porque, infortunadamente, si de algo adolece nuestra ciudad es de zonas verdes. Desde luego la Alcaldía se ha preocupado seriamente por remodelar muchos parques que antes están totalmente abandonados.
Adenda
No deja de preocuparnos su remplazo. De los que figuran nadie tiene su talla y sus quilates.