SI los informales y desempleados de Colombia decidieran este 27 de mayo votar por un candidato presidencial, bastaría para que éste llegara a Palacio.
En efecto, mal contados, son alrededor de 10 millones de personas que viven las verdes y las maduras por cuenta de la desocupación.
Sin olvidar las mujeres y hombres del campo que andan sumidos en la más absoluta pobreza, abandono e indiferencia por parte del Estado.
Quienes se dedican al jornal diario mediante el rebusque suman unos 7 millones de ciudadanos, dependiendo claro está de quien haga la medición.
En la absoluta vacancia hay más de 3 millones de personas aunque la cifra debe ser mayor si se considera el auge del deteriorado sector rural.
Quiere decir que si esta población saliera a votar por el candidato que considere va a crear nuevos puestos de trabajo, sería suficiente para que este aspirante gane, incluso en primera vuelta.
Sin embargo, el escenario es bien distinto porque son la mayoría de desempleados quienes sienten frustración y desesperanza con el país, el Gobierno, la economía y los dirigentes.
Hoy, la economía anda floja, el país mal y el Gobierno peor.
Desocupados y obreros informales apenas están decidiendo si finalmente saldrán a sufragar y por quién.
Para ellos es vital tener la seguridad de que votarán por el candidato que les genere mayor confianza frente a una política oportuna y efectiva de creación de empleos nuevos, estables y bien pagos.
Consideran fundamental que el candidato por el que voten esté comprometido con la reducción del desempleo, la promoción del emprendimiento, el apoyo a las Mipymes, crédito oportuno y condiciones flexibles para que los patronos puedan ampliar nóminas.
Muchos hogares en Colombia llenándose de razones para salir a votar en dos semanas por el aspirante presidencial que les resulte digno de crédito en materia de empleo.
La gran ilusión de colombianos es que crezca la economía, prospere la inversión, se abarate el costo del dinero, haya fomento a las exportaciones y se impulsen las megaobras contratando nueva mano de obra.
El rostro social del país muestra hoy una mueca de incertidumbre por culpa del desempleo.
Es urgente que al entrar en cuenta regresiva candidatos aterricen la manera cómo van a promover la creación de nuevos puestos de trabajo en el aparato productivo y la agricultura.
Si la agroindustria no toma vuelo, si el café no recibe un aliento por parte del próximo Gobierno, si ganaderos siguen echados a suerte, si la industria y el comercio siguen con inestabilidad tributaria, va a ser difícil fomentar el empleo.
El sucesor del Presidente Santos va a requerir consensos con hombres de negocios y productores del campo para articular política industrial y reforma agraria integral con un clima de seguridad nacional que facilite emplear a más gentes y poner a trabajar tanto recurso humano desaprovechado.
Es sin dudas, el desempleo, el talón de Aquiles de la política económica y el gran dolor de cabeza social.