Próximos al año electoral, la expectativa del elector y la iniciativa de los candidatos solo pueden estar dirigidos hacia un tema fundamental para el país: el rápido pero real empobrecimiento de los colombianos. Poco o nada se ha escuchado, estamos más bien concentrados en los nombres y no en las propuestas.
El 2020 fue un mal año para todos los sectores económicos, cada día de cierre, cada limitación a la movilidad y, por encima de esto, el miedo natural causado por algo desconocido, sumado al instinto de supervivencia, hicieron que la economía entrara en una recesión que no para de dar resultados pésimos.
Muchos de quienes se precian de haber sobrevivido a la crisis, lo hacen más porque aumentaron sus deudas, no su riqueza. Esto también pasará su factura más adelante.
Los ciudadanos han preferido desatender los consejos de cuidados y han salido a la calle a buscar cómo recuperarse económicamente. Pensar hoy en nuevos cierres no cabe en la cabeza de nadie, menos cuando el mundo está abriendo; fortalecer las medidas y recomendaciones de autocuidado es algo que no está dando los efectos esperados. De nuevo, la balanza de vida o economía nos pone en jaque a los colombianos. Escoger entre morir por el virus o por el hambre se convierte, otra vez, en el acertijo que nos imponen los tiempos actuales.
Con un casi 7% de colombianos más pobres en lo corrido del ultimo año, las propuestas de campaña deben enfocarse en cómo salir de esa situación, cómo mejorar la calidad de vida de tantas personas que no están llegando a las dos comidas diarias, en cómo proporcionar salud y educación con dignidad a más ciudadanos pero, por sobre todo, cómo generar esperanza y confianza en las gentes como única forma de salir de este contexto calamitoso.
Lo que debe quedar claro es que las luchas y odios partidistas, porque ni siquiera son programáticas o de soluciones, no son la forma de mejorar todo esto. Entre más se polarice el país con nombres, más lejos estaremos de las soluciones y más miseria y pobreza llegarán a los hogares de millones de colombianos. Solo un pacto nacional, o una pausa a los odios, nos darían posibilidades reales de entre todos proyectar el país que necesitamos, porque tal y como vamos solo peores tiempos vendrán y más desgobierno, sin importar a quién se elija.
Desde ya se debe plantear y socializar las reformas estructurales que va a requerir el país, en especial la tributaria, pues no debería ser solo la inclusión de más impuestos o la modificación de tarifas o aumento de exenciones. Debe ser una transformación total de la estructura impositiva en el país, que permita apostar por crear empresas y generar empleos y, a la vez, contribuir en el gasto social en el que debe embarcarse el Estado de cara a lo que se viene. En los tiempos difíciles se conocen los verdaderos líderes y hoy solo quienes unan y propongan podrán generar las soluciones que claman nuestros connacionales.