Paciente lector quiero decirle lo que usted ya sabe, que sus hijos y nietos, si los tiene, son zombis por adicción. Y que están sujetos a una droga llamada red. Que no será fácil sacarlos de esa burbuja debido a las innegables facilidades que esa droga mental comporta. Que si usted lo intenta fracasará miserablemente y será tenido como enemigo del progreso. Intente que se abstengan por un día en su propio hogar y sabrá cómo le va.
El común denominador de las formas de comunicación moderna, que sin duda nos complacen, es el amaestramiento animal llamado conductismo, pero aplicado ya no en las ratas sino en las últimas generaciones humanas cambiándoles la psiquis. Es una aplicación sistemática guiada por la codicia en la que la persona es el producto mismo. Es un experimento mundial sin medida de seguridad alguna (a diferencia de otros experimentos de laboratorio más sencillos) solo que este laboratorio es del tamaño del planeta. Debo agregar que, debido a ese conductismo, los mensajes de esos medios se replican más rápidamente y mejor si son mensajes falsos. Eso ya está estudiado. Las fake news tienen una difusión seis veces más aceptable que los mensajes ciertos. Resultan preferibles por novedosos, y a los servidores en la red el número es lo que importa. Privilegian la vulgaridad de un lugar común recién nacido.
Los avances tecnológicos anteriores no comportaban una manipulación mental comparable, de modo que no es válido decir simplemente que todo avance tiene sus riesgos. Esto es algo inédito y peligroso. La realidad no es una burbuja y la posibilidad de optar quedó coartada por la adicción.
El número mundial de suicidios se ha triplicado entre adolescentes en especial niñas. Y se ha disparado el índice de enfermedades mentales. Los medios más nocivos son Face y Twitter.
El estado depresivo y la soledad son los frutos más palpables de esa peculiar “comunicación”, que además destruye la capacidad de fomentar las relaciones íntimas. Se convierten masivamente en zombis, pero sin perder la burbuja que los aísla. Mire a su alrededor y vea como las gentes estando presentes están ausentes y se parecen a los sordos. El sentido de lo congregario se ha roto, quedan islas desérticas en busca de un “like” un “me gusta”, como animales amaestrados en procura de la aprobación de un amo sin cara.
La generación de los mileniales, que crearon ese Frankenstein, ven horrorizados lo que les ocurre a sus hijos. Y los técnicos mileniales que diseñaron esos experimentos están a la vanguardia de las denuncias. Son ellos los que hacen cortometrajes sobre el asunto. Saben lo nocivo del Conductismo como escuela psicológica, (¿el qué?).
Han publicado libros, acudido a las propias redes para advertir la magnitud del desastre. Advierten a los políticos que hagan algo, que legislen. Que hagan salvaguardas para la salud mental del mundo. Es curioso como la escalada destructiva contra el planeta, coincida con la destrucción medioambiental de la interioridad humana. Pero así es.