Una propuesta que ha alejado a los niños de la drogadicción, el vandalismo y demás conductas que son comunes en esta sociedad.
El rin de una llanta hace las veces de un triángulo que acompaña el golpe seco contra anchas canecas, de esta manera empieza una rumba en la que los instrumentos musicales son hechos con latas, botellas y palos.
Los responsables de crear estos sonidos “reciclables” son 15 niños y niñas de la Fundación Bella Flor de Ciudad Bolívar, quienes tenían una gran meta: Presentarse en un gran escenario y demostrarse a sí mismos que los sueños se pueden alcanzar con trabajo, esmero y dedicación.
A punta de aplausos, golpes secos contra baldes y sonidos de tarros, estos niños los interpretan como diferentes instrumentos de percusión, haciendo de ellos una herramienta para hacer música, completamente armónica y profesional donde desde un simple alambre se mezcla con tapas, botellas de plástico, rines de autos, canecas, cajas de madera, etc. en un solo momento musical, cambiando completamente la perspectiva que comúnmente se tiene de Ciudad Bolívar.
Stomp, como se conoce la técnica, es aplicada por los niños como verdaderos profesionales, pues es el grupo fue entrenado por el equipo experimental de percusión Tekeye, que ha hecho famoso al país produciendo música con el cuerpo.
“La música les ha permitido soñar y saber que son capaces de lograr muchas cosas en esta vida”, afirma Rosalba Martínez, coordinadora de la Fundación Bella Flor.
Hoy, los niños y jóvenes pertenecientes al grupo cuentan con una preparación mayor, mucho más profesional, con baquetas, mayor velocidad y diferentes ritmos.
Este grupo que nació en el 2008, presentó por primera vez su propuesta en el Teatro Libre y hoy muestra sus frutos en diferentes espectáculos en la ciudad.
Ya repitieron escena en el Teatro Astor frente a más de 900 personas que apoyan esta bella iniciativa, y durante los últimos 6 meses trabajaron para hacer realidad Ritmos del sur, una propuesta que los ha alejado de la drogadicción, el vandalismo y demás conductas que son comunes en esta sociedad.
Otros proyectos
También estuvo a la vista de los bogotanos la exposición Fotoparche un club de fotografía que se conformó gracias a la donación realizada de la empresa privada, gracias a la cual compraron 6 cámaras fotográficas y 2 cámaras de video, lo que permitió iniciar el proyecto.
El Fotoparche es un grupo de fotografía para los jóvenes de la Fundación Bella Flor que tienen entre 13 y 18 años. Fue nombrado por los mismos jóvenes, y como el nombre sugiere, el grupo tiene dos elementos: Foto, donde hacen talleres de fotografía, toman fotos en el barrio y salidas alrededor de Bogotá, y Parche porque se vincula la parte social del grupo, respetando al otro para vivir experiencias en un espacio de paz.
El grupo se reúne los jueves por la tarde en el tercer piso de las instalaciones de la Fundación. Cada sesión inicia preguntando a cada integrante lo mejor y lo peor de su semana. Nadie está obligado a compartir. En la primera hora del taller miran asuntos que enfrentan los jóvenes en sus vidas, hacen talleres utilizando la metodología de la educación popular en el cual se construye conocimiento y aprendizajes a través de las experiencias y saberes de cada integrante, no solo del profesor. Este año han visto temas como: educación de drogas, educación sexual, cómo conseguir trabajo, habilidades para estudiar, construyendo relaciones y solución de conflictos.