Cocinar es arte, amor, sabiduría, conciencia, memoria e ingenio. Por estas, y muchas más razones, es considerada como una herramienta terapéutica en la cual la persona puede desarrollar y explorar otro tipo de habilidades.
El oficio puede convertirse en el mejor aliado para lidiar con el estrés y los problemas de día a día. Además de ser una actividad que ayuda a desarrollar determinadas habilidades, también se despierta el gusto por el arte culinario.
Normalmente las personas usan la escritura, la pintura o la música para canalizar las emociones y poner orden al desorden mental. En muchos casos, la cocina, para algunas personas que no se sienten cómodas en estas otras actividades creativas, puede ser una técnica eficaz de gestión emocional, ya que al fin y al cabo supone una comunicación de los sentimientos y una manera de ser.
Con seguir una receta, trocear, especiar, mezclar, remover, la persona consigue relajarse, a la vez que se activa de forma cognitiva y sensorial.
En ese sentido, Olga Vanegas, chef especialista en el tema y consultada por EL NUEVO SIGLO, destacó que esta es una de las terapias más fáciles que existen.
“Para muchas familias, alrededor de la cocina es que se expresan todos los sentimientos. Al principio veía a través de mi hijo y de mi pareja cómo encontraban esa satisfacción cuando uno les cocinaba; después lo vi de forma profesional y más como temas de alimentación consciente. Eso también depende del ánimo: cuando quiero cocinar por placer siento que la comida queda mejor que cuando tengo que cocinar por obligación. También mucho el tema de retarse; por ejemplo, cuando estoy enferma o con dolor de cabeza, pero tengo que cocinar, se vuelve un reto, como un sí o sí tengo que sacar esto adelante”, destaca Olga Vanegas.
Sentido de organización
Esta actividad terapéutica también insta a desarrollar un mejor sentido de la organización y planificación. Esto significa tener un mapa mental de las fases que necesita una receta para realizarse, los ingredientes que conlleva y el tiempo que se debe emplear para la misma. Así también serán necesarias la resolución de problemas in situ y la toma de decisiones. En el proceso de aprendizaje puede haber, y habrá, errores, pero esto servirá para afinar aún más el sentido de intuición a la hora de cocinar.
La idea principal es que el espacio de cocina se convierta en un lugar seguro y que aliente la espontaneidad y disfrute de la persona. Que en el proceso uno pueda desarrollar nuevas habilidades personales, encontrar una veta artística y práctica, explorar un nuevo lenguaje de expresión e incluso conectar y aprender de dónde vienen los alimentos que se consumen, adquiriendo conciencia de su origen y la repercusión que tienen en el cuerpo.
“La cocina terapéutica abarca todo eso. En mi caso yo entré a estudiar cocina muy tarde, porque sentía que lo necesitaba. Estuve en el mundo de las finanzas del sector bancario por más de 20 años y siempre fui empírica. Luego empecé este gran reto de entrar a las aulas y relacionarme con personas de 20 y 19 años, personas totalmente diferentes y más si la cocina exige muchísimo orden, concentración y excelencia”, explica.
Refiere que su aventura en la gastronomía comenzó por un tema personal y la necesidad de una alimentación saludable. “Recuerdo que mi pareja me exigía mucho cocinar saludable, entonces se me volvió un reto aprender a cocinar con nuevas técnicas, ingredientes y formas tradicionales. Pude descubrir que una forma de enamorar al personaje fue a través de los alimentos”, asegura Olga, quien actualmente tiene una empresa llamada Cocina Viva, donde a través de talleres de cocina la gente encuentra las herramientas necesarias para aliviar las cargas emocionales, al tiempo que aprenden sobre la alimentación saludable.
“Es un sitio que creé para brindar experiencias de cocinas, empoderamiento, liderazgo, creatividad, que la gente pueda socializar con otros. Hay personas a las que les aterra una estufa, es decir, eso les genera frustración porque creen que no van a aprender, entonces es satisfactorio cuando salen felices con su plato bien preparado y delicioso. Esos son los resultados que atraen”, destaca la chef.
Habilidades que se desarrollan
Cocinar es un acto de amor, ya sea por uno mismo o por las personas a las que se quiere alimentar de la mejor forma posible. Dentro de la cocina terapéutica entra en juego la neurogastronomía. Esta vincula la experiencia de preparar y degustar los alimentos con los cinco sentidos: el tacto, el oído, la vista, el olfato y el gusto.
Aprender a combinar entre sí nuevos alimentos y sabores, jugar con las texturas, probar nuevas formas de cocinado o aprender a emplatar como un chef profesional, son ejercicios mentales que potencian el ingenio y la imaginación. Una oportunidad para salir de la zona de confort y mantener la mente siempre activa.
Pero además se pueden desarrollar algunas habilidades como:
- Paciencia: cocinar necesita de paciencia, elaborar cualquier plato lleva su tiempo. Por mucho que se quiera correr, cada alimento tiene un tiempo de preparación que se tiene que respetar para llegar al resultado esperado.
- Creatividad: la cocina es creativa, solo se necesita poner todo el capital creativo en la construcción del plato para poder hacer de los ingredientes un producto final agradable y satisfactorio.
- Organización: para crear un plato se necesita organización, tanto a nivel físico. como a nivel mental. Por un lado, se deben tener presentes y disponibles los ingredientes, y por otro lado, se necesita organizar las fases de la receta en la mente, saber qué y cuándo hay que hacer cada cosa, estableciendo metas intermedias para conseguir el resultado final.
- Resolución de problemas: no siempre las cosas salen como se espera en la cocina, pueden surgir problemas o imprevistos que demandan una solución. En estos casos se generan posibles soluciones, se analizan y evalúan para tomar una decisión que pueda solventar el contratiempo.
- Memoria: cocinar supone el desarrollo de la memoria. Al hacer un plato, se necesita acceder al conocimiento culinario, ya sea en forma de recetas almacenadas en la memoria o conocimientos sobre sabores, texturas, formas y colores. Esto ayuda a fortalecer la memoria y los procesos cognitivos de recuperación de información.
- Relajación: la cocina, puede ser una actividad relajante: en la medida en que las personas se centran en la tarea, todas las preocupaciones tienden a desaparecer, porque se focaliza la atención en los pasos y fases a realizar para la elaboración bloqueando el acceso a los problemas.
- Aumenta la autoestima: saber que se ha podido crear un plato nuevo y delicioso produce un sentimiento de satisfacción muy positivo y emocionante. Además, son conocimientos que se pueden utilizar para mostrar a los demás de lo que se es capaz de hacer.
DESTACADO: “Hay personas a las que les aterra una estufa, porque les genera frustración. Luego, sienten felicidad al ver su plato bien preparado y delicioso, eso significa que la terapia funcionó”