Los árboles que engalanan cada una de sus casas le dan un aire diferente a Cúcuta, e incluso a la Avenida Cero, que parte a esta ciudad pujante, acogedora y de grandes alternativas para el turista.
Por tradición, en La Casa del Duende, vivienda que se respete debe sembrar un árbol al frente, sobre el andén, que no solo la adorna, sino que presta un servicio a los pobladores y a los visitantes: los protege del sol y evita que los 30 grados de temperatura promedio, los sofoque. Y que da paso a su mote de Ciudad Verde o Ciudad Bosque.
Sus amplias calles, especialmente diseñadas, conducen a los modernos y cómodos hoteles, como el Bolívar –que optó por edificaciones tipo cabañas- o al tradicional Tonchalá, que a pesar de su historia, continúa siendo moderno y distinguido.
Fundada en 1550 por la matrona Juana Rangel de Cuéllar, fue una humilde encomienda indígena ubicada en lo que hoy se conoce como el barrio San Luis. Ya en 1910 el municipio fue convertido en lo que hoy se llama San José de Cúcuta.
Su cercanía a poblaciones venezolanas, la ha convertido en epicentro de negocios, con altos y bajos, pero lejos de una realidad de conflicto que se ha querido mostrar, y que permite a unos y otros atravesar el puente Simón Bolívar para adquirir productos a precios razonables.
Los modernos centros comerciales se confunden con los museos que albergan la historia de la ciudad, cuyo nombre de tipo onomatopónimo, tiene su origen en el vocablo kukuta, que significa la casa del duende.
Para los pobladores de la Perla del Norte, el principal activo patrimonial no es otro que su gente. No obstante, el patrimonio material inmueble está representado por bienes de interés cultural como la Torre del Reloj, el antiguo Hospital San Juan de Dios, hoy ocupado por la Biblioteca Pública Julio Pérez Ferro; la Quinta Teresa, algunas estaciones del ferrocarril y la catedral de San José.
Además están las celebraciones de la Batalla y Fundación de Cúcuta, como las más representativas del patrimonio inmaterial de la ciudad, a los que hoy quieren añadirse otros festivales, como el gastronómico, con sus provocativos pasteles de garbanzo y entre los dulces, el cortado de leche de cabra.
Pero no son los únicos. Dentro de la identidad cucuteña existen otros íconos como el equipo de fútbol, hoy sumido en una aguda crisis; la Avenida Cero, el Malecón –sitio de rumba por excelencia-, el Parque Santander, el centro Comercial a Cielo Abierto, la Loma de Bolívar, los Miradores de Cristo Rey y de Fátima, el Puente de Guadua –que ganó premio de arquitectura-, y los monumentos al Indio Motilón y la Locomotora.
Entre las celebraciones más tradicionales están la de la Batalla de Cúcuta, el 28 de febrero; fundación de la ciudad, el 17 de junio; y el Festival Internacional de la Frontera.
También el día de San José o del Artesano, el 19 de marzo; el día del Teatro, el 27 de marzo; la Fiesta de la Virgen de Fátima, el 13 de mayo; y ahora un festival gastronómico, que hace énfasis en el pastel.
Y si después de recorrer todos estos lugares quiere adentrarse más en la economía de la ciudad, está la fábrica de calzado Mussi, o bien, puede desplazarse hacia alguno de os municipios vecinos, pasar la frontera, o simplemente llegar a Villa del Rosario, que forma parte del área metropolitana y en donde el gran atractivo es la casa museo de Francisco de Paula Santander.
Allí, las réplicas de los atuendos de la época, para el general Santander con bordados de oro en la pechera y de plata para las mujeres, trasladan al visitante a la época, con el acompañamiento de un guía que representa al prócer, que va contando la vida y obra de quien fuera el complemento de Simón Bolívar, pero debió exiliarse en Bogotá, donde murió.
Son muchas y muy variadas las alternativas que esta ciudad ofrece al turista, incluidos los centros comerciales, como el ventura Plaza, o el Unicentro, o simplemente caminar por sus calles engalanadas de árboles, sin el riesgo de que un carro lo atropelle.
Ahhh y si de pronto escucha un “no sea toche”, no se moleste porque, antes que ser una ofensa, es una forma de decir que identifica a los cucuteños y que hace referencia a un turpial, cuyo canto es variado y melodioso.