Datos históricos convertidos en carne y sangre | El Nuevo Siglo
Foto El Nuevo Siglo - Claudia Beltrán
Domingo, 3 de Junio de 2018

Mostrar los datos de la “Historia Secreta de Chile” fue el tema que el escritor chileno Jorge Baradit tomo como inspiración para la trilogía de libros que causó revuelo al presentar a los héroes de la patria de una forma más humana y real de lo que enseñan en la academia.

Baradit habló con EL NUEVO SIGLO sobre su amor por la historia y su forma de verla:

EL NUEVO SIGLO.- ¿Por qué cambiar la ciencia ficción por un tema tan controversial como la historia de chile?

JORGE BARADIT.- Porque soy un historiador frustrado de niño. En realidad lo primero que yo estudié fue historia, la cual leía como quien lee literatura. Indistintamente leía a Borges o a los historiadores chilenos, así que no es nada nuevo para mí. Es una reacción tardía a un interés de siempre. Ahora claro se supone que la gramática fantástica es todo lo opuesto a la historia, pero la verdad es que no tanto, las dos son formas de la literatura y las dos se alimentan de cuestiones humanas, de movimientos, de actitudes, la historia no se trata de cifras, de un compilado de nombres y de batallas, sino del actuar del hombre.

ENS.- ¿Cómo hizo para conseguir toda la información para sus libros?

JB.- Bueno, una tragedia es que la historia está disponible, está escrita en un idioma técnico que pocos entienden. Los hechos ocultos, secretos y tergiversados que tiene la historia de todos los países están a la mano, no solo están las fuentes y los archivos, sino que también están disponibles en los libros que hacen los historiadores. El problema es que la academia, que no tiene la culpa de esto, está obligada a escribir en tecnolecto académico y los textos finalmente son inaccesibles, áridos para la gente común. Están escritos para una elite, para leerse entre ellos y el principal usuario de la historia que debería ser la gente común, no tiene acceso a eso. Entonces no es difícil leer historia, el problema es convertirla en algo que sea democratizable y que sea legible para todos.

ENS.- ¿Sus libros permitieron democratizar esa historia?

JB.- Yo creo que sí. La historia de un país es autobiográfica. Yo tengo un abuelo que era minero del salitre que fue protagonista de la cuestión social obrera y una abuela que era agricultora, hija de un inquilino en los campos chilenos. Ellos forman parte de la historia de Chile. La historia no está construida por 20 presidentes y por 20 milicos con charretera, ésta la hacen todas las personas y uno de los errores de la enseñanza de la misma es hacernos creer que hay otros por allá arriba que la escriben y que la gente común no.

Las personas son una comparsa, la historia es nuestra y una manera de democratizar esta tradición es contarla en el lenguaje de las personas comunes como yo, que no soy historiador. Yo soy narrador y lo que hago es tomar estos datos que son tan áridos y convertirlos en carne y sangre, hacer que la gente sienta el dolor de un muerto, el fragor de una batalla, el terror frente a una invasión. Efectivamente sientan como en el origen de los tiempos, cuando el anciano del pueblo les narraba los sucesos del pasado. Lo que se descubrió fue que a diferencia de lo que se pensaba, la historia no es esa materia aburrida del colegio, esa asignatura que no le importa a nadie, sino que hay un profundo interés de la gente por conocer su propia historia. Me entere que aquí en Colombia se eliminó del currículo la historia en algún momento con la constitución del 92, me parece salvaje, bárbaro, terrible e incomprensible.

ENS.- ¿Por qué es importante la historia para un país y sus habitantes?

JB.- Un país es como una persona, es un cuerpo social. Cuando tú tienes un problema, si te pasa algo o sientes un dolor interno, si vas a un doctor, el medico te va a decir cuéntame su historia. La historia permite que un país entienda que le ocurrió, porque están pasando las cosas, porque está en la situación actual, porque están pasando las cosas que están pasando, en que momento se abrió esa puerta que hizo que se desmadrara todo y no es solo el conocimiento sino que te da pistas de cómo se puede solucionar. Si tú no sabes quién fuiste, no sabes quién eres hoy y entonces no podrá tomar las decisiones correctas para el futuro. La historia es importante para un país como la memoria para una persona. Si a ti te quitan la memoria mañana no eres nadie.

ENS.- ¿En su segundo libro hace un comparativo de O´Higgins con el dictador?

JB.- Sí, lo que pasa es que en todos los países el Estado intenta construir identidad nacional. Uno de los objetivos de la enseñanza de la historia para el Estado es la cohesión nacional, es decir que, por ejemplo, nos sintamos todos colombianos; también identidad nacional, es decir, todos somos hijos del mismo padre y también orgullo nacional, como ir bajo la bandera que nosotros somos los más valientes de toda la independencia. Y te ponen ejemplos como Bolívar u O’higgins.

Hay un uso instrumental de la historia, cuestión que no necesariamente es cierta porque para usar la historia debes manipularla, es decir no puedes mostrar a un Bolívar actuando cobarde en una batalla o un ídolo misógino. Entonces empiezan a cortar pedazos para crear un héroe impoluto y valiente. El problema es que cuando vas endiosando personas las vas distanciando, las conviertes en seres lejanos, arriba, de púlpitos o monumentos que no te hablan. Son una cosa que está ahí. Entonces esta construcción de identidad nacional, de orgullo, de un panteón de dioses, tiene que ver más con la religión que con la historia.

Tiene que ver con la construcción de una mentira, de un ideal en el pasado donde todos eran valientes patriotas y el resto una mugre. Esos son cuentos para niños, entonces el estado nos trata como a pendejos, como a cabros chicos y debería tratarnos como a adultos, que nos enseñe, para que podamos tener un criterio y una actitud frente a la historia.