El Mayor: un teatro a toda máquina | El Nuevo Siglo
Foto cortesía Teatro Mayor
Domingo, 25 de Marzo de 2018
Emilio Sanmiguel
Del sinfonismo de la Filarmónica de Viena a la pasión flamenca. El Ballet Nacional de España se instaló, por derecho propio, en el más alto estrado de refinamiento dancístico y de categoría coreográfica de los vistos en décadas.

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El espectáculo del Ballet Nacional de España, la noche del pasado jueves 15 de marzo, además de su extraordinaria calidad, puso sobre el escenario del Teatro Mayor la evidencia de la vitalidad de la danza española en lo que tiene que ver con su fuerza y vigencia, por la sorprendente capacidad de instalarse en la contemporaneidad sin dejar de respetar la tradición.

Así quedó demostrado con las dos coreografías del programa, firmadas por Antonio Najarro, que desde 2011 es el director de la compañía. Su lenguaje coreográfico devela su formación ecléctica, que va de la danza académica y el ballet clásico a la danza flamenca, pasando por la danza moderna, el jazz, la danza española y la escuela bolera con toda su complejidad técnica; características evidentes en el refinamiento del trabajo de los bailarines de la compañía. No en vano, para apenas citar un caso, de esas huestes han salido figuras de la talla de Joaquín Cortés. 

La primera parte del espectáculo, Zaguán, por decirlo de alguna manera, se instaló en la tradición, con los músicos en el escenario, guitaras, caja, cantaores y actuaciones solistas de esas que, sin exageración cortaron el aliento del auditorio: porque no de otra manera podría describirse el efecto que la Soleá del mantón, a cargo de la cordobesa Blanca del Rey, generó en el público. Igual ocurrió con las de la jerezana Mercedes Ruiz, de la malagueña Susana Lupiañez La Lupi y el gaditano Marco Flores. Porque la fortaleza del espectáculo radicó justamente en esa mezcla inteligente entre la marcación coreográfica de articuladísima sincronización con la del Cuerpo de baile, pues estaban entreveradas con los pasajes de los solistas, todos ellos coreógrafos y por lo mismo con su sello muy personal, de altísimo efecto. 

La segunda fue otra cosa. La otra cara de la moneda. Anclada en la tradición y a la vez instalada en la modernidad. Hecho evidente en la utilización de la música del argentino Fernando Egoscue, que se oyó en versión de la Orquesta y el Coro de la Comunidad de Madrid. La obra, es decir, el Ballet, porque sin duda es la palabra más adecuada para definir el espectáculo de Najarro, dividido en seis escenas, abrió con Origen  y continuó sucesivamente con Luz, Ánimas, Acecho, Ser y Alento, es decir, Aliento.  

Aunque ya en la primera coreografía del espectáculo se evidenció la fortaleza de la formación de los bailarines, en Alento esto resultó aún más palpable por esa fortaleza de las espaldas curtidas en el ejercicio académico, también en las extensiones, que llevaron el espectáculo a un nivel de refinamiento dancístico innegable. 

Es verdad que a lo largo de los últimos 20 años la presencia de la danza flamenca ha hecho presencia en el menú cultural de Bogotá, con espectáculos de primera categoría, que se han puesto a una distancia sideral de las españolerías de tarjeta postal del pasado; de pronto no sea una exageración afirmar que el espectáculo del Ballet Nacional de España, visto el pasado jueves 15, se instala por derecho propio en el más alto estrado de refinamiento dancístico y de categoría coreográfica de los vistos a lo largo de décadas. 

Bueno, y lo que también es una verdad de esas de a puño. Ratifica el lugar que hoy por hoy ocupa el Teatro Mayor en la vida cultural de Bogotá. Porque, repito lo que ya he afirmado en varias oportunidades, en cosa de semanas ha traído a Bogotá las 9 Sinfonías de Beethoven con la Wiener Akademie, Auge y caída de la ciudad de Mahagonny de Weill-Brecht, la Filarmónica de Viena con Gustavo Dudamel y este espectáculo del Ballet Nacional de España, también primera de primera. Y eso no es poca cosa. 

La compañía 

Fundada en 1978, el Ballet Nacional de España, es la compañía pública de danza embajadora de la cultura española en el mundo. El bailarín, coreógrafo y director de este ballet manifiesta que ellos confeccionan sus espectáculos y escogen el que es más adecuado a presentar en un país de acuerdo a la influencia artística del mismo.

El Ballet Nacional de España ha obtenido numerosos reconocimientos como el Premio de la Crítica al Mejor Espectáculo Extranjero en el Metropolitan de Nueva York en el año 1988, y el Premio Extraordinario a las Artes Escénicas del Festival Internacional del Cante de las Minas en agosto de 2010.