La educación en el país más pobre del mundo | El Nuevo Siglo
Cortesía
Domingo, 9 de Febrero de 2020
Mario F. Hurtado
Tuvalu, un pequeño estado en la lejana Polinesia es la economía más pequeña del mundo, y la educación es su única esperanza para no desaparecer.

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El Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, (FMI) y Naciones Unidas presentan cada año el ranking del Producto Interno Bruto (PIB) que en síntesis es la suma de todos los ingresos y recursos estimados de un país. Aunque la medición como todas tiene cuestionamientos, es el indicador más claro para definir las potencias económicas del planeta.

Desde hace 50 años Estados Unidos tiene el PIB más gran del planeta, estimado en 2019 para 21.500.000 millones de dólares, aunque cada vez está más cerca China. Colombia, con un estimado de 328.000 millones, se ubica como la economía número 38, entre los 192 países que están en la medición de Naciones Unidas.

El país que ocupa el último lugar es Tuvalu, un país del tamaño de San Andrés Isla, conformado por una serie de atolones, es decir antiguos volcanes que emergieron por las formaciones coralinas y que tienen forma circular. Tuvalu, además de ser la economía más pequeña del mundo, es uno de los países más pobres del globo. No tiene alturas superiores a cinco metros sobre el nivel del mar, eso quiere decir que sería el primer país en desaparecer si el calentamiento global aumenta y se incrementa el nivel de los océanos.

La educación es central en un país que tiene 12 mil habitantes, también el menos poblado del planeta. Porque la pobreza es generalizada, y para poder tener mayores ingresos tuvo que alquilar su dominio de internet (tv), por supuesto muy atractivo para la industria del entretenimiento. Para la mayoría de los habitantes es denigrante que su dominio de internet se utilice para páginas de pornografía, pero gracias a esos dineros el país pudo pagar su ingreso a Naciones Unidas, contar con presencia diplomática y definir una estructura de sistema educativo para los seis mil estudiantes que tiene.

El sistema definido en educación es: obligatoria y subsidiada por 10 años. La tasa de matrícula se sitúa en un 88%, donde el 60% son niñas y 40% niños. Se ha incrementado la educación en secundaria, pero la deserción es alta en el sistema escolar, de 100 niños que comienza a los seis años clase, las finalizan 62. Una situación compleja es que al ser los recursos escasos no hay educación inclusiva, es decir, en el país sufren de discriminación los discapacitados, con limitaciones visuales. Los diagnósticos como el déficit de atención son inexistentes. Todos van en las mismas condiciones.

Por otra parte, las condiciones de los profesores son muy duras. El Estado solo puede pagar a los profesores de preescolar y los primeros años de primaria. En los últimos años de primaria y en secundaria, las escuelas terminan dirigidas por los padres y las comunidades religiosas que gestionan algún tipo de pago a los profesores.

El país no tiene una universidad propia, la única que existe es del país vecino más grande Fidji, se llama la Universidad del Pacífico Sur. El campus central está en Fidji pero tiene sede en otras 11 pequeñas naciones de Oceanía. La sede de Tuvalu, está en Funafuti, su capital, un edificio al norte de la pista del aeropuerto donde operan cinco pequeñas facultades la mayoría de los estudiantes cursan programas de educación y leyes.

El problema que tiene el país con la formación en educación superior es que la mayoría de los jóvenes emigran, suelen irse a Nueva Zelanda, Australia y Fidji. El gobierno para retener a algunos ha ofrecido 30 becas cada dos años para que los mejores estudiantes se formen afuera y regresen. Para 2019, el 70% estaba en Nueva Zelanda y una porción más pequeña en Estados Unidos e Italia.

Tuvalu requiere de profesionales en medio ambiente, el país debe resolver urgente su supervivencia al cambio climático, no es solo el aumento del nivel del mar. La agricultura cada vez se ve más reducida por la salinización de los suelos y la sobre explotación.

El país ha tratado de orientarse al turismo, sin embargo no es fácil al ser uno de los países más aislados del mundo: solo tiene dos vuelos internacionales, uno a Fidji y el otro a Kiribati. Por eso, retener a su capital educado es una de las pocas esperanzas para seguir existiendo.

*Especialista en educación

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