La literatura debe ser un escenario de discordia: Alejandra Costamagna | El Nuevo Siglo
Cortesía
Lunes, 27 de Mayo de 2019

Esta chilena, calificada como una autora de culto en su país, afirmó en diálogo con EL NUEVO SIGLO que “la literatura que vale es la que resulta incómoda, por eso es un contrasentido la cercanía con el poder

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EL NUEVO SIGLO: Con las personas que mejor se habla es con las personas que escriben, ¿por qué cree qué sucede esto?

ALEJANDRA CONSTAMAGNA: Bueno, eso lleva a la pregunta de ¿cuál es la importancia de la lectura hoy en día? La lectura es una instancia que nos permite entender mejor el mundo y comprendernos a nosotros dentro de ese mundo. Entonces, el diálogo que surge a partir de esos entendimientos permite generar muchas preguntas y no necesariamente las respuestas a esas preguntas.

Por eso el ejercicio de la lectura es estar siempre interrogándose y hacerse cuestionamientos sobre quiénes somos y porque las cosas funcionan como funcionan. Eso hace que los diálogos entre pares y dispares sea rico y permita entender la diferencia y a los otros.

ENS: ¿Qué se encontraran los lectores en su libro El Sistema del Tacto y por qué critica reiteradamente en esta obra al sistema educativo?

AC: Los esquemas de rigidez que intentan formar seres rectos están en sintonía con lo que ocurre en la otra temporalidad de la novela, que tiene que ver las olas de migrantes que llegan de Piamonte y de Italia a Argentina a fines del siglo XIX, donde el sistema intenta normalizar a las personas para formar seres rectos. Esa idea es la de formar ciudadanos que no tengan espíritu crítico, que sean de una forma una especie de ganado que responde y solamente ejecuta pasivamente.

Se trata de una novela llena de desplazamientos de la memoria y se forma sobre una maquinaria imaginativa que hace un puente entre el presente y el pasado, la ficción y el documento, la infancia y el delirio. Fotografías e historias de terror, que parece una novela que mezcla géneros. Esta compuesta de retazos de microhistorias que van construyendo la realidad de una familia que ve cómo se va desgranando el árbol genealógico de su estirpe hasta desaparecer.

En cuanto al tema educativo, el cambio está en pensar que los sujetos pueden ser sujetos activos y que las posibilidades de lo salido de la norma y lo que no está en la línea directa y no está en el centro del sistema, también puede tener relevancia e invitar a considerar de nuevo lo heterogéneo, lo diferente, lo otro, eso que nos parece raro y que forma parte constitutiva de nuestras identidades.

ENS: Su literatura es flexible, amorfa, plástica ¿Hasta dónde cree qué pueden llevar esas ideas liberales qué la decoran?

AC: Debemos ser tan libres como podamos. Yo postulo que en el fondo se avance en los caminos de este sistema opresivo que está marcado por un neoliberalismo que provoca profundas desigualdades y precariedades en los salarios y en otros ámbitos. Esta situación, particularmente en las mujeres, marca una desigualdad evidente y trabajar por esas libertades y esa recuperación de los derechos de las mujeres al cual el neoliberalismo y patriarcado están fuertemente ligados hace parte del deber mi artista.

ENS: ¿Cómo fue su transición del periodismo a la literatura?

AC: Cuando salí del colegio quería trabajar con el lenguaje y no sabía muy bien de qué forma hacerlo, me imaginaba una profesión en la que me pagaran por leer (risas). Como no existía eso, entre a estudiar periodismo porque pensé que a través del periodismo escrito, iba a tener contacto con las historias de vida, los sujetos y los seres humanos. Después, me fui desencantando de ciertas formas tradicionales de hacer periodismo informativo y la literatura se impuso.

ENS: ¿Cuál ha sido el libro más difícil que ha construido?

AC: Todos tienen un proceso de complejidad que tiene que ver más que nada con encontrar el tono y el lugar desde que se quiere contar, ¿cuál es el foco que se quiere tener? Y en ese sentido me llevó mucho el primero, que se llama En voz baja, porque yo no tenía experiencia de que se trataba ese proceso de involúcrate en una historia y mantenerla durante tantos meses y en funcionamiento en un diálogo interno.

ENS: ¿Cómo liberó sus historias de los prejuicios que la sociedad impone?

AC: La literatura debe ser un lugar de discordia porque si no cuestiona, no sé si como lectora me atrae tanto. Intento actuar como la lectora que soy y buscar en la escritura una zona que no es la zona de confort, que no es la zona que a lo mejor va a dejar tranquilo al lector. No se escribe para tranquilizar a los lectores, se trata de abrirles cuestionamientos para inquietarlos sobre asuntos que nos competen a todos.

ENS: Hoy en día los escritores quieren acceder a la “respetabilidad” ser amigos de presidentes, que los inviten a los cocteles y figurar en todos los premios literarios ¿qué opina sobre esto?

AC: La literatura que vale es la que resulta incómoda. En ese orden de ideas, es un contrasentido la cercanía con el poder. Por otra parte, si se piensa en la política no como el poder, funciona. No se trata de hacer política de forma convencional ejerciendo un cargo, sino de participar todos los días como ciudadanos que hacen acciones para manifestar sus disgustos contra la injusticia.

Creo que estamos haciendo política en el minuto mismo en el que manifestamos una opinión y eso es muy válido, Otra cosa es arrimarse al poder, porque justamente la posibilidad de convertirse en la piedra en el zapato de los poderosos peligraría y eso no resulta conveniente para las mayorías.