La llegada de la ópera al Teatro Heredia | El Nuevo Siglo
Lunes, 14 de Enero de 2013

El éxito del evento radicó en una dirección de escena clara, divertida y sin exageraciones, buenas voces y una dirección musical chispeante y deliciosa que ni por un segundo dejó de transmitir alegría.

Por Emilio Sanmiguel

El nuevo director general del Festival Internacional de Cartagena, el italiano Antonio Miscenà, llegó pisando fuerte y eso se ha sentido en los resultados artísticos del más importante festival de música que se realiza en el país. Porque de los siete que se han realizado, este ha sido el de más altos resultados artísticos y, musicalmente, el más refinado de todos.

La apuesta de Miscenà para la séptima edición ha sido por la música italiana, la gran música italiana del renacimiento, el barroco y el estilo galante, es decir, la del riquísimo período que va del siglo XV al XVIII. Miscenà, en un gesto totalmente atinado hizo de lado el XIX, que es el de la ópera romántica, el de la trilogía del belcanto, Rossini, Donizetti y Bellini, Verdi naturalmente y Puccini y sus contemporáneos.

En el marco de un festival fundamentalmente barroco, la gran noticia ha sido la realización, con un éxito que tomó por sorpresa a los más escépticos, con quien firma esta nota a la cabeza, de una ópera, la primera que se presenta en un festival de Cartagena y por supuesto en el Teatro Heredia en décadas: La serva padrona, de Giovanni Battista Pergolesi.

La breve partitura de Pergolesi, en realidad a la usanza de la época un Intermezzo para ser interpretado como divertimento entre los actos de una ópera seria de gran formato del mismo compositor, ocupa un sitial de honor en la historia del espectáculo, porque significó en cierta medida la emancipación de la ópera buffa de la ópera seria y, no mucho tiempo después fue la excusa para que en París se diera la célebre “Querelle des buffons”, una de las discusiones musicales más inútiles que se hayan dado alrededor del espectáculo, en el sentido de si era posible y lícito cantar óperas en idioma diferente al italiano… Rosseau, por ejemplo, consideraba que este era el único idioma con la suficiente musicalidad para servir de vehículo a la realización del drama lírico: ¡qué metidón de pata!

Pero, bueno, no es de esto que se trata la columna, sino del extraordinario resultado, dramático y musical,  y de la cálida acogida del público la noche del pasado jueves en el Teatro Heredia con La Serva.

Hablaba del escepticismo, generado, creo, por los años y años de fracasos de la ópera nacional, producto de la camarilla que maneja la compañía lírica en Bogotá desde el pasado siglo.

 

En Cartagena, para La Serva de Pergolesi, echaron por la calle del medio: nada de despilfarros en inútiles y fallidas puestas en escena, escenografías acartonadas y vestuarios grotescos, mucho mejor un elenco excepcional, una altísima calidad musical y sobre todo tener siempre en la mira que de una ópera divertida era que se trataba.

Es decir: sobre el escenario la orquesta del Festival, que es el Concerto italiano, la extraordinaria orquesta barroca, una de las más prestigiosas del mundo, bajo la batuta de Rinaldo Alessandrini, a la izquierda un antiguo escritorio, su silla y ¡nada más!

Bueno, miento. Además dos señores cantantes: la soprano Valentina Varriale cantando la parte de Serpina y el barítono-bajo Umberto Chiummo encarnando al viejo Uberto porque del rol mudo del criado Vespone se encargó Ugo de Giovanni, quien a su vez tañía la teorba en la orquesta.

¿Dónde estuvo el secreto? Muy sencillo: una dirección de escena clara, divertida y sin exageraciones (de la cual se encargaron Renato Lecchi, director de escenografías del festival y el propio Alessandrini), buenas voces, sinceramente convencidas de lo que estaban haciendo y una dirección musical chispeante y deliciosa que ni por un segundo dejó de transmitir alegría.

Parece sencillo. Pero en realidad no lo es. Al fin al cabo el secreto radicó en la intención de hacer de la primera ópera que se hace en los Festivales de Cartagena, y un título que no se presentaba en Colombia desde la temporada de ópera 1986, algo inolvidable.

¡Y lo consiguieron!