Por Emilio Sanmiguel
Colaborador de El Nuevo Siglo
Este año el arranque del Mambo Filarmónico demoró más de lo previsto. El espacio para la música de nuestro tiempo de la Orquesta Filarmónica en el Museo de Arte Moderno tuvo su primer capítulo a las once de la mañana del pasado domingo, con la ya consabida buena acogida por parte de un público mayoritariamente joven.
Protagonista de la mañana la Filarmónica Juvenil, dirigida por el venezolano Manuel López-Gómez.
El programa abrió con el estreno de la creación galardonada con el Premio de composición de música contemporánea 2002, convocado justamente por la Filarmónica, Corralejas, de Andrés Felipe Poveda (Montelíbano, Córdoba). Presente en la sala, el compositor hizo una brevísima presentación de su obra. Ya en el pasado, al respecto había manifestado: la corraleja es algo surreal […] los recuerdos que me invadieron y, alguna otra experiencia en mi pueblo, me sirvieron de inspiración. López-Gómez dirigió con solvencia esa especie de suite en ocho movimientos, más de tono camerístico que sinfónico y no exenta de sutilezas, en lo rítmico y en lo melódico que, está más sugerido que parafraseado, así en el color sí flotara en la atmósfera el carácter original de la música de la sabana de Bolívar. Poveda, hay que resaltarlo, no ha caído en la peligrosa trampa, o lugar común si se quiere, de conceder más protagonismo del necesario a la percusión. Aparentemente sólo se permite algo de carácter orquestal ya al final del octavo y último movimiento, asunto que, el director y los filarmónicos supieron traducir impecablemente.
Segunda obra del programa, Anhel d’un petit somriure, así, en catalán, de la bogotana Eliana Cristancho. También presente en la sala para presenciar el estreno de su obra, la ganadora del Premio Filarmónico de composición de mujeres para mujeres 2002, reveló al auditorio, primero, que la compuso en Cataluña, España, de ahí el título en catalán y que lo hizo a raíz del nacimiento de su hija. Datos que explicaron bien la atmósfera efusiva de la composición, con momentos de confidencia. Al contrario de la anterior, Cristancho sí aborda el carácter orquestal. Anhelo de una pequeña sonrisa, amplias melodías confiadas a la cuerda, con detalles de elegante polifonía, manifiestos en el contraste entre frases, unas expansivas y otras arpegiados en la cuerda. Nuevamente impecable la dirección de López-Gómez y, desde luego, de los jóvenes filarmónicos.
Tercera y última composición de la mañana, un clásico de la música del s. XX. Ahora fue López-Gómez el encargado de ilustrar al auditorio sobre las agudezas, medio existenciales de The Unaswered Question del norteamericano Charles Ives (1874 – 1954), de 1904, pero revisada por él, no en una sino en varias ocasiones. Parecería extraño cerrar con una composición de tanta sutileza y suavidad, pero, ya en medio de la atmósfera del interior museo el asunto funcionó y quedó como flotando en la atmósfera la incógnita planteada por el compositor, cuya obra, a pesar de su importancia, prácticamente jamás forma parte de la vida musical del Bogotá. Ni siquiera su Sonata Concorde.
Entre corralejas y preguntas…
No se trata de agarrar relámpagos de la cola, pero en medio de esa extraña mezcla de asuntos del arranque del Mambo Filarmónico, corralejas y preguntas sin respuestas y una que otra catalanería, lo que viene ocurriendo en el medio cultural colombiano no tiene explicación.
No tiene la menor explicación que la Filarmónica haya experimentado el momento de mayor evolución, en todo sentido, durante la alcaldía de Gustavo Petro, lo que de una u otra manera permitía pensar, o presumir, que para el actual presidente la Cultura era un asunto prioritario o, por lo menos de cierta importancia para él.
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Sin embargo, la salida de Patricia Ariza del ministerio parece no tener la menor explicación. Por lo que ella representa y por el respeto que su trayectoria inspira, o debería inspirar en cualquiera que medio conozca la realidad cultural de este país.
Más desconcertante, censurable en verdad, que a la fecha un presidente que, como alcalde de Bogotá, mostró respeto por la cultura, ni siquiera se haya tomado el trabajo de nombrar un sucesor.
Entre corralejas sincelejanas, preguntas sin respuesta de la presidencia y alguna canción de cuna catalana, el nombre de la primera dama se engarza permanentemente en las cábalas de un asunto que ya va de pardo a oscuro.
Si es cierto, como se especula, que la cuestión depende de las esferas del despacho de la primera dama, mala cosa. Porque no consigue este país superar el imaginario de que la cultura, a duras penas, sirve para entretener primeras damas. Porque, salvo un par de excepciones, el tema, si se toma en serio, es un asunto acuerpado, por lo general fuera del alcance cultural de quienes llegan, por el altar o por notaría, al despacho de la Primera Dama.
Que no vaya el tiempo a darle la razón a quienes en su momento manifestaron su oposición a la creación del ministerio de cultura… Gabriel García Márquez y Rafael Puyana, entre otros.