Recorrido por la memoria de F. Gamboa | El Nuevo Siglo
Viernes, 19 de Octubre de 2012

La exposición del manito Gabriel  de  la  Mora,  se estará presentando desde mañana hasta el 15 de diciembre en la galería NC-arte.

Este proyecto de carácter intervencionista trata más bien de una introspección historiográfica. Tal  estrategia  hasta  ahora  poco  usual  en  la  obra  de  Gabriel  de  la  Mora,  parte  de  la  investigación  de  archivo con la intención de encontrar narrativas culturales que enlacen Colombia y México.

El  tema  elegido  para  el  despliegue  de  la  memoria  deviene  del  suceso  político  conocido  como Bogotazo, en el cual fuera asesinado el líder político del partido liberal, Jorge Eliécer Gaitán,  el 9 de abril de 1948. En medio de tal coyuntura social en la que la protesta violenta irrumpiría en las calles durante tres días, Fernando Gamboa, afamado museógrafo mexicano, perpetrará un acto épico entre el heroísmo de un valiente y la virtud humanista, al colocar en riesgo su propia vida por salvaguardar el patrimonio de valor universal de su pueblo. Tal evento lo podemos constatar en la entrevista que Gamboa diera a su regreso a México, en la que narra elocuentemente su peripecia.

La  entrevista  se  presenta  en  esta  obra  como  documento:  un  testimonio  sonoro  que  nos  coloca  incuestionablemente  en  relación  con  un  hecho  histórico.  Sin  embargo,  la  hazaña del  narrador  en  colaboración  con  otros  intelectuales  colombianos,  puede  fácilmente  inducirnos a  interpretarla  desde  la  perspectiva  mítica.  Desde  esa  óptica,  la  sospecha  de  la  veracidad  del testimonio nos incita a reinscribirlo  tanto en un gesto poético y literario.

Las  obras   salvadas  por  Gamboa  eran  parte  de  la  selección  de  arte  mexicano  que  se presentaría  en  el  marco  del  programa  de  la  IX  Conferencia  Internacional  Americana,  momento fundacional de la OEA. En ese contexto el gobierno de México pretendía exhibir una significativa exposición  titulada,  Exposición Panamericana,  en  el  Palacio  de  Comunicaciones  de  Bogotá.

Cuenta  la  historia  que  dicho  recinto  fuera  incendiado  durante  el  Bogotazo,  razón  por  la  cual sabemos que las ocho cajas con las obras de arte fueron rescatadas a tiempo. Debido  a  tales  sucesos  la  Exposición Panamericana  nunca  se  llevó  a  cabo.  Las  138  obras  seleccionadas  por  Gamboa  nunca  salieron  de  las  cajas,  y  fueron  devueltas  a  México  unas  semanas  más  tarde.  Para  conmemorar  este  hecho  si  no  verídico  cuando  menos  simbólico,  en  la  exposición de los 100 años del natalicio del museógrafo, Fernando Gamboa el arte del riesgo, se  incluyó  en  el  montaje  un  conjunto  de  documentos  y  fetiches  archivísticos  relativos  a  la  destreza  del promotor cultural. Contrariamente a este despliegue expositivo tipificado por el marco oficial, el  uso que de la Mora hace de este relato, alude más bien al vacío estético del evento fallido que al  repertorio simbólico de los protocolos nacionalistas.

 Al  desplegar  esta  narrativa  socio-cultural,  Gabriel  de  la  Mora  elude  el  tema  obvio  cuando  lo que se pretende es trazar relaciones estéticas y políticas entre México y Colombia: el fenómeno  del  narcotráfico.  Tal  hazaña,  al  revés  del  heroísmo  del  artista  comprometido,  trastoca  lo  político  desde  el  aspecto  mítico  de  lo  fallido.  En  relación  a  la  pericia  de  Gamboa,  podríamos  decir  que  este proyecto, más que reproducir el valor grandilocuente del gesto patriótico, recupera es aspecto  invisible del sin lugar, del vacío histórico que la memoria permite imaginar. Al utilizar la “exposición  que  nunca  fue”  esta  obra  se  vuelve  un  anti-monumento,  ya  que  no  celebra  la  destreza  de  la  voluntad  humanista,  ni  tampoco  el  valor  del  patrimonio  salvado. 

En  todo  caso,  los  símbolos  que  entran  en  juego  con  este  proyecto  historiográfico  son  aquellos  que  a  nadie  le  importa  celebrar,  pues  operan  desde  el  aspecto  negativo  del  heroísmo.  Al  cierre  de  la  exposición,  los  documentos aquí presentados se colocaran en la caja metálica para luego empotrarla en la pared, de tal suerte que  el  símbolo  conmemorativo  de  lo  fallido  pase  de  la  contingencia  histórica  a  la  invisibilidad eterna.