Reposición del aura, catarsis de Tomás Ochoa | El Nuevo Siglo
Jueves, 14 de Agosto de 2014

La pólvora es el elemento central de la obra del ecuatoriano Tomás Ochoa, quien expone desde hoy en la galería La Cometa seis de sus series: La soga de los espíritus,  Flores de ceniza, Pecados originales, Libres de toda mala raza, Indios medievales y Crónicas-Punctum.

Ochoa, quien vive entre Suiza, Grecia y Ecuador,  propone una obra multimedial que incluye pintura, fotografía, video, instalaciones; medios que obedecen a su necesidad de materializar situaciones y subrayar aspectos críticos de la historia pasada y del presente inmediato.

Es considerado por la crítica especializada como un artista de enorme proyección internacional, buena parte de su carrera la ha desarrollado en Estados Unidos, Suiza, España y Buenos Aires.

En algunos de sus trabajos usa pólvora con el fin de resignificar las representaciones.  “La acción de ‘quemar’ las imágenes podría tener una función catártica.  Sin embargo, esta purga de fuego conlleva una paradoja desde una perspectiva psicoanalítica, este acto simbólico implicaría la eliminación de recuerdos perturbadores, pero mi acción supone una exacerbación de la memoria porque las fotos quemadas perviven y se redimensionan por el fuego”, comenta el artista.

El curador de la muestra, Miguel González, asevera: Para su primera exhibición individual en Colombia, el artista ecuatoriano señala muchos de sus intereses que motivan su trabajo no sólo desde el punto de vista argumental, sino técnico.  Su obra está construida desde los documentos antropológicos, filosóficos y literarios.  Una militancia peculiar que lo ha llevado a replantear temas poscoloniales, donde la mirada crítica ocupa el centro de la argumentación.  En ese ejercicio de desentrañar realidades, su trabajo se ha convertido en una conciencia crítica y en un vehículo instrumental ético”.

Estas características las demuestra en su serie Pecados originales, en la que Ochoa se apropió de fotografías eclesiásticas y científicas para armar un discurso visual que habla de la negación de las identidades como un modo de dominación. El ecuatoriano amplía las fotos a grandes formatos y luego hace un ejercicio pictórico con ingredientes nativos del lugar como la ayahuesca, planta ritual y medicinal, el wito, tinte usado en la Amazonia para pintar cuerpos, o la sangre de drago, para curar heridas. 

Asimismo, en la serie de siete trabajos titulados Crónicas-Punctum, en esta exhibe imágenes capturadas en lugares tan disímiles como la estación de Atocha en Madrid o el metro de Nueva York.  La multitud capturada está formada por ciudadanos de distinta procedencia que habla de desplazamiento y migración.  La presencia indígena en las distintas imágenes señala esta preocupación.

Finalmente, González apunta que “la obra de Tomás Ochoa nos remite a la memoria, a los documentos históricos, a los contrapuntos  formales y conceptuales, todo con la idea de perturbar las definiciones y de evitar la neutralidad.  Su trabajo es indudablemente activista y es evidente que reclama una ética, aunque sus argumentos y soluciones apuntan a generar una atmósfera poética”.