Sábados de piano | El Nuevo Siglo
Viernes, 30 de Enero de 2015

Por Emilio Sanmiguel

Especial para El Nuevo Siglo

PESE a que  en Colombia se logró el impensable de frivolizar la música clásica, aún quedan un par de remansos donde las cosas se hacen en serio y sin las pretensiones de que -musicalmente pase lo que pase- el concierto salga en la prensa del corazón. A eso llegamos, no hay nada qué hacer, el asunto parece que estaba ya profetizado por Nostradamus, porque mientras aquí todo anda manga por hombre, no por los lares de la Filarmónica, aclaro, en París inauguran su nuevo auditorio para grandes conciertos.

Lo de mañana en el Teatro de Colsubsidio es una de esas rarísimas excepciones en los océanos de mediocridad de la vida musical en el país.

Mañana, a las 7:30 de la noche –porque el horario cambió de la mañana del domingo a la noche del sábado- el pianista ruso Vitaly Pisarenko es el encargado de iniciar el ciclo pianístico más importante de la vida musical colombiana de las últimas décadas, y no hay en esta afirmación el menor sentido de lo superlativo: La VIII Serie internacional de Grandes pianistas.

Pisarenko es, obviamente, un representante de la escuela rusa del piano, que como he dicho ya en otras oportunidades, es la que sigue en línea directa la tradición de Liszt, que a su vez deriva de Czerny, de Beethoven su maestro, de Carl Philipp Emanuel y finalmente del mismísimo Bach, que era su padre.

Son los pianistas mejor preparados del mundo, los de sonoridad más contundente y suelen poseer una expresividad desbordada. Otras escuelas tienen otras cualidades, de acuerdo.

Pisarenko no es la excepción, en su palmarés está el Oro del Concurso Liszt , el del concurso de Utrech en Holanda y el de la competencia Fazil de Weimar. Su categoría y competencia musical fue reconocida por el New York Times en términos definitivamente elogiosos: «Pianista extraordinariamente dotado […] con técnica prodigiosa y amplia paleta sonora».

Yo, desde esta página me permito entonces agregar que técnica prodigiosa, talento y colorido en el piano son precisamente las condiciones que demanda el programa que va a enfrentar mañana en la noche en el Colsubsidio.

Entonces vamos mejor por partes. La primera ofrece cuatro obras, muy significativas del legado de Chopin; las dos primeras provienen de los años inmediatamente siguientes a su salida de Polonia, el Scherzo nº 1¸ que se presume fue escrito a lo largo del viaje que le llevó, de Varsovia a París, vía Viena; de hecho es evidente, por su dedicatoria, que su parte más sustancial fue trabajada en la capital del Imperio Austro-húngaro.

Sigue con el Scherzo Nº 2, aparentemente iniciado durante el mismo viaje y terminado en París, es obvio que la rabia desbordada de la música es el manifiesto decidido del compositor ante el fracaso dela revolución polaca contra el yugo ruso.

Las otras dos obras son las Baladas nº 1 & 2, que no son menos significativas, pues están determinadas por el romance de Chopin con Georges Sand y el fracasado invierno en la isla de Mallorca en 1849, que finalmente minó su salud hasta precipitar su muerte prematura pocos años más tarde.

Abre la segunda parte del programa una obra de esas que siempre es, y será bienvenida: la Sonata nº 14 en do sostenido menor Quasi una fantasía, Claro de luna de Beethoven: siempre he pensado que sería interesante hacer una encuesta entre melómanos con la pregunta: ¿Recuerda usted con precisión la primera vez que oyó Claro de luna de Beethoven: la sonata demanda del pianista el control absoluto de la pulsación y del fraseo en el primer movimiento, la limpieza y transparencia del cristal en el segundo y la más desbordada ferocidad y sonoridad telúrica –sin perder el control- en el tercero.

Ya para cerrar otro platillo, de esos que no se oyen con frecuencia en nuestra magrísima vida pianística de calidad: los 9 Études Tableaux op. 39 de Sergei Rachmaninov, una obra casi en su totalidad escrita entre 1916 y 1917, y en la que el compositor se permite ser absolutamente confidencial con el oyente: es el testimonio de sus sentimientos alrededor de los horrores de la I Guerra y, desde luego, de los de la Revolución rusa de 1917, que forzó su salida de su patria y su condición de exilado hasta el momento de su muerte. Aquí se trata justa y muy especialmente de eso que hablaba al principio: un pianista de la escuela rusa, que enfrenta la obra de una de las cumbres de esa escuela, Rachmaninov, que además de compositor fue uno de los grandes pianistas de la historia; él mismo hizo el estreno de los Études Tableaux op. 39 en Moscú, y quizás no está por demás señalar que se trata de una obra de altísima dificultad técnica, que revela las influencias de Scriabin, y que demanda todo el colorido posible para conseguir el sonido de campanas del Noveno, o la atmósfera melancólica y depresiva del Séptimo, que es una marcha fúnebre…

Un pianista decididamente reconocido, muy joven y el aliciente de un programa de esos que ¡no se deben perder!