Shard abre el cielo de Londres al público | El Nuevo Siglo
Viernes, 11 de Enero de 2013

El Shard, el rascacielos más alto de Europa con su flecha de cristal que culmina a 310 metros, abre el 1 de febrero su mirador con una vista excepcional de Londres, imponiéndose como una importante atracción turística a pesar de las críticas sobre su gigantismo.

Los promotores han oído de todo: demasiado alto, demasiado audaz, demasiado invasivo porque hace sombra a los monumentos históricos aledaños; demasiado caro en época de austeridad, aunque el 95% de su coste de 450 millones de libras (727 millones de dólares, 545 millones de euros) fue financiado por Catar.

Pero William Matthews, responsable de la ejecución del proyecto concebido por el arquitecto italiano Renzo Piano, rechaza las críticas.

"La torre Eiffel provocó reacciones de odio cuando se construyó, y ahora es un monumento emblemático admirado por los parisienses", afirmó.

"Todos los grandes edificios tienen que ser política y socialmente correctos (...) Para mí, lo más importante es que (el Shard) es accesible al público. No se trata de un edificio privado reservado a un puñado de privilegiados", insistió.

"Será el punto de partida natural de cualquier exploración de la capital británica", predijo por su parte Andy Nyberg, encargado de la puesta en escena de esta incursión en el cielo londinense, tras haber adquirido experiencia en Dubái, en la cima del Burj Khalifa, la torre más alta del mundo con 828 metros.

La apuesta londinense parece ganadora. A pesar de las críticas, los promotores registraron decenas de miles de reservas, y esperan propulsar entre 1 y 1,5 millones de visitantes cada año a los pisos 69 y 72 pese a un precio de entrada fijado en 24,95 libras (40 dólares, 30 euros) para los adultos.

La visita incluye la proyección de un documental sobre la capital, su historia y sus habitantes, así como una introducción al humor inglés a base de fotomontajes gigantes. Se puede ver así a Margaret Thatcher, la llamada "Dama de Hierro" pedaleando en un tándem con Karl Marx, inspirador de una ideología que aborrecía. O a Winston Churchill tirado en una tumbona luciendo unos bermudas con los colores de la Union Jack, con su inseparable puro pegado a los los labios.

El pasajero viaja a una velocidad de 6 metros por segundo para alcanzar las plataformas superiores, la última de las cuales está expuesta a las intemperies. En el ascensor, el hilo musical es una composición original interpretada por la London Symphony Orchestra.

En el piso 69, dibujos de nubes adornan las paredes acristaladas del Shard, una cima del Himalaya para los limpiacristales.

"Será como volar", prometió Renzo Piano. Y de hecho, la vista cubre 60 kilómetros a la redonda en un día claro. Abarca los meandros del Támesis, río real bordeado de los monumentos más prestigiosos, sumerge en los rascacielor futuristas de la City y más allá las instalaciones olímpicas del este de la ciudad.

El Big Ben, la catedral de San Pablo, el palacio de Buckhingham y, en primer plano, la Torre de Londres construida hace 1.000 años destacan del mosaico dominado por el gris de la piedra, el ocre de los ladrillos y el verde de los parques.

Vista desde abajo, esta esquirla de vidrio -destinada a albergar una mini-ciudad vertical de 8.000 habitantes con un hotel de cinco estrellas, restaurantes, oficinas, comercios y apartamentos de lujo- es igualmente imponente.

En esto, a Renzo Piano le gusta citar a su compatriota y amigo, el difunto cineasta Roberto Rossellini : "No hay que mirar el edificio sino la cara de la gente que mira el edificio".

AFP