Para el central brasileño Thiago Silva volver a Rusia le genera sentimientos encontrados. Sin lugar a dudas es un sitio que le recuerda una de sus peores pesadillas, en la que por poco muere en un hospital de Moscú a causa de una tuberculosis.
La historia se remonta al 2005, cuando la estrella brasileña del París Saint Germain llegó por primera vez a territorio europeo y fue diagnosticado con tuberculosis, una enfermedad que lo dejó interno en un hospital durante seis meses en donde no solo batallaba contra la muerte, sino con su mente, al tratar de convencerse de no abandonar el fútbol. Hoy, trece años después, Silva vuelve a Rusia buscando un tercer aire en su carrera que le ayude a mantenerse en el top mundial.
Hace trece años un tal Jorge Mendes, un desconocido en esa época, decidió traer al fútbol ruso la mayor cantidad de jugadores portugueses y brasileños que pudiera. Su plan era hacerse un nombre a nivel mundial como agente y sabía que el mercado ruso era una buena vitrina para ingresar a Europa. Thiago Silva era uno de esos jugadores que llegó en el avión que traía jugadores de Portugal y de Brasil; el Dínamo de Moscú pagó al Porto de Portugal 4 millones de euros por el defensor de veinte años.
A propósito del proyecto que encabezó Mendes, solamente uno de sus jugadores logró destacarse en el fútbol ruso; fue el portugués Danny quien se convirtió en ídolo del Zenit.
Pues bien, recién llegaba Thiago a la capital rusa y se entrenaba con normalidad, hasta que un día una gripa no lo dejó asistir a una práctica, los días fueron pasando y no se curaba. En ese entonces aparentemente lo habían fichado sin hacerle una revisión médica, entonces lo mandaron a hacerse exámenes de todo tipo, la pesadilla comenzaba para el central.
Resulta que el jugador tenía tuberculosis desde hacía nueve meses, según los médicos del hospital que aun hoy recuerdan el caso, “si se le hubieran encontrado la enfermedad un par de días después, de seguro hubiera muerto”.
El tratamiento ponía en riesgo la continuidad de la carrera del brasileño, pues tenían que quitarle al menos medio pulmón derecho a lo que Silva se rehusó; esto sumado a la soledad hacía mella en el frágil joven, que empezó a mejorar apenas sus padres y su novia llegaron a acompañarlo.
El Dínamo pagó todas las facturas, pero no volvió a contar con el central, que no tuvo otra opción más que regresar a su país, había descartado la posibilidad de volver a jugar fútbol, pero su madre lo convenció de no rendirse; se entrenó y regresó para jugar en el Fluminense, posteriormente sería traspasado al Milán, el resto es historia.