La economía brasileña dejó atrás una de las peores recesiones de su historia con una modesta expansión de 1% en 2017, frente al 2016, y buscará consolidar la mejora en un año signado por presiones fiscales y la incertidumbre de un proceso electoral inusualmente turbulento.
El resultado estuvo en línea con la media de las previsiones de los analistas consultados por la agencia Bloomberg, que esperaban una expansión anual del Producto Interno Bruto (PIB) de 1,1%, y fue impulsado por el desempeño del sector agropecuario, que creció un 13% interanual y en menor medida por los servicios (+0,3%).
La industria, en tanto, se mantuvo estable.
"La cosecha récord representó la principal contribución al resultado positivo del PIB este año", explicó Rebeca Palis, coordinadora de cuentas nacionales del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), responsable del informe divulgado este jueves.
La economía brasileña venía de dos fuertes retrocesos en 2015 y 2016, ambos de 3,5%, que redondearon un ciclo negro de recesión, alta inflación y crisis política, que aún está lejos de haberse compensado.
"Obviamente, no volvimos al nivel precrisis que teníamos en el final de 2014. Recién estamos en el mismo nivel del primer semestre del 2011", añadió Palis.
La recuperación comenzó en el primer trimestre del 2017, de la mano del agro, para luego mostrar una reactivación del consumo de las familias, que aumentó 1% en el año. En contrapartida, los gastos gubernamentales retrocedieron un 0,6%.
En el último trimestre del 2017 la economía creció 0,1% en la medición con ajuste estacional contra el trimestre anterior, por debajo del 0,4% previsto por los analistas de Bloomberg. No obstante, el reporte destacó que "fue el cuarto resultado positivo consecutivo de esa comparación".
El Ibge corrigió al 0,1% la mejora del tercer trimestre, desde el 0,2% previo.
- Bueno, pero no tanto -
El presidente conservador Michel Temer celebró el resultado y anticipó una mejora del empleo. "Tomamos Brasil con una fuerte recesión y hoy tenemos índices muy favorables", dijo en su cuenta de Twitter.
"La previsión es que haya prácticamente tres millones de nuevos empleos este año", dijo poco después a la radio local Tupi.
El gobierno proyecta que este año la economía se expandirá 3% y el mercado espera un 2,8%. Pero la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) se mostró menos optimista: entre un 2,2% y un 2,4%, según su último reporte publicado el miércoles.
Otro capítulo débil del 2017 fueron las inversiones, que cayeron al 15,6% del PIB, desde el 16,1% registrado el año precedente.
Tras la debacle del 2015 y el 2016, Brasil controló la inflación y comenzó un ciclo de recortes de la tasa de interés que la llevó a su actual mínimo histórico de 6,75%. Pero aún lucha contra un desempleo elevado, que golpea a 12,7 millones de brasileños, y un déficit fiscal creciente alimentado por el costo de las jubilaciones.
El gobierno fracasó en su intento por reformar el sistema de previsión social, un objetivo que se autoimpuso como vital para su gestión. El traspié llevó a S&P Global Ratings y a Fitch a rebajar la nota de riesgo soberano de Brasil.
Sin la reforma en el horizonte, el frente fiscal es un problema de primer orden en el corto plazo.
Brasil cerró el 2017 con un déficit fiscal de 110.583 millones de reales (unos 34.638 millones de dólares, al cambio promedio de ese año), debajo del techo de la meta oficial, pero uno de los peores resultados de la serie histórica.
Elecciones
Las estrecheces financieras coinciden con un ambiente político crispado por escándalos de corrupción que incluyen al propio Temer y a algunos ministros.
Ese clima anticipa un proceso turbulento hasta las elecciones del 7 de octubre.
Desde que el exmandatario de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), líder holgado en los sondeos de intención de voto, fue condenado en enero a más de doce años de cárcel, los mercados reaccionaron con euforia, pero de momento ningún precandidato que haya levantado las banderas económicas del gobierno es favorecido por las encuestas.
Tanto, que en el Palacio presidencial de Planalto comenzaron a especular con lanzar al propio Temer, el mandatario más impopular de la historia reciente.
Temer, que adoptó un programa económico ortodoxo tras suceder a la expresidenta de izquierda Dilma Rousseff, destituida en 2016 por maquillar las cuentas públicas, negó que aspire a un segundo mandato, esta vez a través de las urnas.