* La herencia de Juan Pablo II
* Democracia y libertad
En ocasión de la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba se suscitan numerosas expectativas, así como es preciso hacer un balance sobre las relaciones del Vaticano con la isla y del trato que el régimen le ha dado al Catolicismo a partir de la histórica presencia de Juan Pablo II en La Habana hace más de diez años, en donde hasta el comandante Fidel Castro se movilizó para recibirlo. Es de recordar que el gobierno cubano se valió de los llamados sacerdotes de sotana raída para vencer la desconfianza de los católicos practicantes frente al marxismo ateo, engañados los clérigos sobre los verdaderos fines de los revolucionarios que, como el mismo Fidel Castro, a veces tranquilizaban a las gentes recordando que él había recibido esmerada educación por cuenta de los Jesuitas, y decían que los católicos no debían temer nada distinto de él que el respeto por el credo.
Lo que ocurrió inicialmente fue lo contrario, numerosos sacerdotes de gran influjo entre los feligreses fueron perseguidos y el gobierno hizo endiablados esfuerzos por neutralizarlos o acallar las voces disidentes, en especial de los que se oponían al establecimiento del sistema comunista, la interdicción de la población, así como de la libertad y de los valores democráticos, para instaurar la modalidad del partido único bajo el lema de eternizar en el poder a Fidel Castro.
No faltaron los cubanos que resolvieron no hacer nada y guardar silencio frente a los abusos de poder, la violación de los derechos humanos y la persecución a la Iglesia, so pretexto de considerar que el régimen duraría poco tiempo puesto que la tierra de José Martí les parecía que era estéril para el totalitarismo de izquierda. Lo cierto es que Cuba pasó de la satrapía del sargento Fulgencio Batista a la del comandante Castro -en un país que apenas ocasionalmente y por pocos períodos ha conocido la democracia representativa-; este último asume el poder apoyado en las bayonetas de sus milicianos. Y lo peor es que generaciones sucesivas de cubanos siguen esperando que se derrumbe la dictadura o que desaparezca Fidel Castro, lo mismo que su hermano Raúl. Forzados al exilio o a la clandestinidad los opositores del régimen que se quedaron en la isla sufrieron, al comienzo, la represión, incluso ejecuciones sumarias en los primeros tiempos y, posteriormente, la cárcel o el trabajo esclavo en cultivos de caña de azúcar. Y el exilio en los Estados Unidos no amilanó al régimen, que se valió del lumpen y de prisioneros para enviarlos a Estados Unidos. Como tampoco bajó su moral al frustrase la revolución y convertirse en un modelo de atraso regional.Se necesitó de la visita a Cuba de Juan Pablo II bajo el lema “Que Cuba se abra al mundo, para que el mundo se abra a Cuba”, para dinamizar las relaciones con la Iglesia, lograr la liberación de algunos prisioneros políticos y conseguir que el ministerio sacerdotal se respetara. Después de duras y aciagas etapas de persecución que no dieron resultado, los creyentes y sacerdotes católicos más se reafirmaron en sus creencias, pese a los excesos de un gobierno que se ufanaba del ateísmo. Para infortunio de la democracia, Cuba es poco lo que se ha abierto al mundo, así el mundo, en particular el de Latinoamérica, que por décadas sufrió los efectos sangrientos y retardatarios de la exportación de la revolución, le haya tendido la mano al régimen y aceptado su ingreso a la OEA, pese a que no cumple con los principios democráticos que se supone deben practicar los miembros del organismo bilateral. Por fortuna la Iglesia tiene una política que siguen sus diversos jerarcas. Benedicto XVI proclama el respeto por los valores cristianos y los derechos humanos, como por la libre determinación de los pueblos. Así como mantiene muy en alto la consigna de Juan Pablo II de pedir una mayor apertura del régimen cubano. Esa postura de la Iglesia Católica tiene el respaldo de sus feligreses del orbe y de las democracias de Occidente. El Papa Benedicto XVI no lo va a decir, pero de lo que se trata es de conseguir que el pueblo cubano se pueda expresar en elecciones libres, para gozar de los mismos derechos de que disfrutan casi todos los países de nuestra América, con mayor o menor grado de democracia y madurez política. Hacemos votos para que la visita de Benedicto XVI contribuya a que Cuba vuelva a ser libre, tarea hazañosa a la que dedicó su vida José Martí.